Ambientación · Opinión

[Vampiro: la Mascarada] Guía de BDSM para Vampiros (II): Sectas y Clanes

Sometimes you turn into a snake with long black hair
Then you turn into an angel, blonde and fair
You can turn yourself blue and I don’t care
You can change your look
You can change your race
But it’s always your touch
And always your face

– Alice Cooper, «Dirty Dreams»

Ha habido, hay y habrá un sinfín de discusiones sobre qué circunstancias llevan a un ser humano hacia ciertas preferencias sexuales. El clásico «se nace o se hace» se extiende hasta las entrañas del BDSM, copando miles de palabras en foros, debates, locales y escritos de dicho mundillo y comparando experiencias personales, situaciones ajenas y teorías más o menos fundamentadas para formar un atisbo de respuesta que, al final, nunca es lo suficientemente exhaustiva como para explicar todas las permutaciones de persona/origen/contexto/rol/fetiches.

TW: Esta entrada contiene descripciones explícitas de escenas de sexo fetichista y escenas sangrientas y macabras, sin menciones de genitales. También contiene breves menciones a incesto, zoofilia y situaciones de abuso, aunque señalando siempre la ausencia de ética en todas ellas.

Pero no tener una respuesta clara no significa que seamos completamente ignorantes a qué condiciona ciertos patrones. Es innegable que nuestro contexto determina gran parte de nuestras posibilidades, decisiones y exposición a ciertas formas de pensar con más o menos frecuencia. No podemos acabar de deducir dónde acabaremos restregando nuestros genitales, pero podemos hacer una pseudo-etnología y decir «mirad, este grupo sociocultural de aquí parece que tiende más a gustarle estas movidas».

Los vampiros tienen contextos mucho más marcados y característicos que los humanos. Por un lado, pertenecen con más o menos fervor a una de las cuatro grandes Sectas, que determinan cuál es la forma preferente de actuar y tratar con el mundo humano y de considerar la naturaleza vampírica. Por el otro, forman parte, quieran o no, de uno de los trece grandes Clanes (o alguna de las líneas de sangre de estos), gigantescas «familias» vampíricas con rasgos sobrenaturales y debilidades comunes; estas familias poseen, además, un origen sociocultural compartido, y hace siglos que han encontrado un nicho propio en el que sobrevivir en la sociedad humana y sobrenatural. Para más inri, ciertos Clanes pertenecen de facto a una de las Sectas, considerando a cualquier miembro del mismo que defeccione a la secta rival una línea de sangre separada, conocida como «antitribu» y frecuentemente enfrentada violentamente con su Clan padre.

Dios pudo condenarlos a ser estáticos, pero fueron los propios vampiros los que se condenaron a encasillarse.

Y aunque estos estereotipos no están ni mucho menos escritos en piedra (aunque para ciertos vampiros milenarios esto podría ser literal), el contexto en el que un vampiro crece como tal moldea aquello que era como humano. No sólo eso, aquellos que le han convertido en vampiro posiblemente ya le hayan escogido de entre un cierto contexto afín a su grupo, condicionando aún más ciertas actitudes, formas de pensar y, obviamente, gustos. Si las Sectas y los Clanes tienen ya esta considerable influencia en quiénes sois como vampiros, ¿qué os hace pensar que no va a influir en cómo os tragináis salvajemente a vuestros compañeros muerdecuellos domino-sumiso-sadomasoquistas?

A estas alturas, huevo y gallina deberían estar dando vueltas por vuestra cabeza. El Clan y Secta te hacen, pero quien fuiste como humano es lo que te hace nacer en un Clan o Secta. Hay abundante literatura en Vampiro: la Mascarada a ese respecto que trata ese tema con más profundidad. Aquí tan sólo hablaremos de estereotipos y actitudes comunes para las Sectas y los Clanes en un tema concreto, el BDSM, dejando abierto a discusión si es el grupo o el individuo el que perpetra dichos estereotipos.

Y ahora repetid conmigo esa última palabra: estereotipos. Lo común no tiene por qué ser la norma ni la norma ha de ser lo común. Tanto vuestros personajes como los personajes de la persona Narradora pueden diferir todo lo que quieran de estas descripciones sin ningún problema ni demasiada explicación al respecto. Puede que a los Lasombra les guste quitarle el polvo a sus antiguas máquinas de tortura inquisitoriales, pero si a tu Lasombra le gusta la estética baby doll y las palas forradas de pelo de peluche, ningún grupo de asalto de la Mano Negra va a aparecer en mitad de tu sesión de spanking a clavarte en una estaca por no cumplir con el nivel de edgyness requerido por el Clan. Y si es así, bueno, o tenéis una historia muy curiosa entre manos con vuestra persona Narradora o el Obispado de vuestra zona no va a tardar en acabar ardiendo en un almacén a las afueras por joder a la marrana equivocada.

Sectas

Las Sectas suponen una división fundamentalmente filosófica en la sociedad vampírica. Determinan, como ya se ha dicho antes, cuál creen que ha de ser su papel y actitud hacia la sociedad humana, además de cómo ha de organizarse la sociedad vampírica a nivel político y religioso y con qué leyes han de regirse los vampiros a la hora de tratar con sus semejantes. Podría compararse al concepto de país o nación, además de ideología política.

Y todos sabemos cómo la ideología política nos influye a la hora de tratar a los demás y a uno mismo, para bien o para mal.

(Mucho, la respuesta es mucho).

Aunque técnicamente los Clanes Independientes (Setitas, Giovanni, Ravnos y Assamitas) son también una Secta en sí mismos, no los trataré en esta sección, pues simplemente son, como dice su nombre, Clanes independientes al resto de demás Sectas. Van a su bola, por lo que cualquier tipo de ideología que podría empaparles por su Secta ha sido sustituida completamente por la de su Clan. Los encontraréis en la sección de Clanes, más abajo.

La Camarilla: no tan fuerte, que nos oyen

Si hay una característica común entre los practicantes vampíricos de BDSM de la Camarilla es la discreción. El cumplimiento de la Mascarada es algo que rige tanto la vida pública como la privada de cualquier miembro de la Torre de Marfil y es algo que repercute con frecuencia en cómo se desarrollan sus relaciones BDSM. Lo principal para la Camarilla es mantener a la humanidad ignorante de su existencia, a la par que ellos mismos se adhieren a los ecos de su Humanidad para evitar convertirse en monstruos babeantes. Convertir tu habitación en el centro de mesa de la cena de Nochebuena de Hannibal Lecter choca de frente con estos preceptos, por muy consentido y seguro entre ambas partes que haya sido.

Los BDSMitas de la Camarilla, pues, tienden a la moderación, dentro de la comunidad BDSM vampírica. Siguen siendo espectáculos erótico-sangrientos en los que exploran los límites de condición inhumana y que harían sonrojarse a la más descabellada de las bacanales romanas, pero no son una masacre de cuerpos, extremidades, gritos y mobiliario. No hay canibalismo, ni body horror, ni nada profundamente inhumano; sus prácticas son justificables, dentro de su condición e incluso de la imaginería humana, y es muy probable que el fetiche que los humanos consideran como «sexo vampírico» provenga de las historias de encuentros sexuales BDSM de vampiros de la Camarilla.

A nivel logístico, lo primordial entre miembros de la Camarilla es que nadie los vea, que nadie los oiga y que nadie encuentre nada que resulte demasiado sospechoso. No pasa nada si una mazmorra BDSM vampírica parece una mazmorra BDSM (con todo lo que ello implica), pero si las paredes están insonorizadas (y reforzadas), la puerta puede resistir el impacto de un coche y la sangre se puede limpiar fácilmente, mejor. Y nada de ventanas, por favor. Localizaciones aisladas o apartadas de los núcleos de población principales, como polígonos industriales, o zonas cuya inaccesibilidad económica o física hacen improbable que alguien tenga demasiada curiosidad, como sótanos o rascacielos, son las ubicaciones más valoradas para una mazmorra entre vampiros.Entrada 2-7

¿Cuántos puntos cuesta una mazmorra?

A nivel mecánico, si una mazmorra BDSM vampírica no está incorporada al Refugio principal de un vampiro, ésta ha de considerarse y adquirirse como un refugio independiente, con su propia puntuación de Tamaño y Seguridad. Y, como el resto de Refugios, éste puede ser compartido, frecuentemente por los vampiros que hacen uso de ella (y que no tienen por qué pertenecer necesariamente a la misma coterie). Los Refugios-mazmorra también pueden actuar como Ancla para los Trasfondos compartidos de una cuadrilla, y no son pocos los que son salas secretas de un local o mazmorra BDSM humana propiedad del grupo de vampiros que construyó el Refugio-mazmorra.

Curiosamente, en la Camarilla son bastante inusuales las mazmorras vampíricas «de alquiler». La conciencia más individualista de la Torre de Marfil hace que sea difícil confiar en la discreción de un tercero a la hora de llevar a cabo tus vicios y fetiches, por mucho que le hayas pagado por dicha discreción. Los vampiros no dejan de ser criaturas paranoicas y traicioneras, y tener una relación BDSM sincera con otro vampiro consume las reservas de confianza ajena de la mayoría de Vástagos. Alguien que ofrezca esta clase de servicios logísticos ha de tener unas referencias impolutas, además de una cantidad de recursos considerable, para ser capaces de llevar un negocio así con éxito y no tener que revender a los pocos años por Wallapop una gran cantidad de «mobiliario modernista».

El Sabbat: no pienso limpiar esto

El Sabbat tiene una relación complicada con el BDSM. Por un lado, sus preceptos de independencia, libertad y liberación de los instintos predadores indicarían que el BDSM más pasado de rosca tendría cabida entre sus filas. Por el otro, el fervor religioso de la Secta, el control férreo de la dedicación a la causa de cada miembro y las obligaciones con la Jyhad apuntan a que considerarían el BDSM una pérdida de tiempo autoindulgente y un gasto de valiosa Sangre, recursos y poder sobrenatural. Y como buena organización fundamentalista religiosa que es, no les toca más remedio que convivir con ello en un «haz lo que digo, no lo que hago» eterno, condenándolo verbalmente, pero aceptándolo en la práctica.

El Código de Milán

Poniéndonos la toga de abogado, los estatutos del Código de Milán al que se adhieren todos los miembros del Sabbat presentan argumentos tanto a favor como en contra de las prácticas BDSM vampíricas, en caso de que un personaje se viese cuestionado por ellas. Los puntos IV, V y XI hacen referencia al respeto y honor entre miembros del Sabbat, así como el derecho a la independencia, mientras que el punto VI las addenda XIV y XVI indican que el Sabbat ha de poner siempre el bien común por encima del placer individual, que el uso del poder otorgado por el Sabbat para ganancia personal es condenable y que el Sabbat puede controlar que el comportamiento de sus miembros para garantizar que es «digno». En general, toda discusión suele acabar zanjándose alrededor del punto II: ¿está sirviendo el vampiro a sus líderes o el líder a sus seguidores? Mientras así sea y no ponga en peligro las acciones del Sabbat, lo que cada uno haga en su casa es asunto suyo.

Cuando practican el BDSM (y lo practican, vaya que si lo practican), el Sabbat pone toda la carne en el asador. A veces, literalmente. Sus prácticas llegan hasta límites mucho más macabros e inhumanos que sus compatriotas de la Camarilla y es frecuente que haya víctimas mortales en las sesiones de intensidad media y alta, como alimento o como parte de la diversión, puesto que para ellos los humanos son sólo un instrumento más para sus juegos. Esto no quiere decir que toda interacción BDSM del Sabbat acabe en desgracia (ajena), sólo que, a diferencia de la Camarilla, no suelen tener problemas morales al respecto el día que les apetece.

Y perdonad, porque acabo de generalizar mucho en lo que a «problemas morales» se refiere. A diferencia de la Camarilla, donde la Humanidad es la Senda moral y filosófica por antonomasia, el Sabbat tiene una miríada de Sendas morales diferentes según la visión particular de cada vampiro sobre su condición. y eso quiere decir que lo que resulta inaceptable para un miembro del Sabbat es completamente diferente para el del vampiro a su lado. La variedad de puntos de vista posibles es demasiado compleja y vasta para el alcance de esta serie de entradas (que ya está siendo bastante más amplia de lo que pensaba), así que mi consejo es que repaséis los preceptos de vuestras Sendas y los comentéis con vuestra persona Narradora. Work out the kinks (je), como dicen en inglés, y determinad cuál sería la postura de vuestro grupo filosófico ante las cuerdas, los gritos y los azotes a la hora de darse matraca.

Pero si hay una dinámica realmente curiosa en el Sabbat a la hora de practicar BDSM es la de la manada. La manada es como denominan en la Secta a sus coteries o cuadrillas de vampiros, sujetas a una serie de ritos místicos que garantiza la fidelidad y confianza interna entre sus miembros que las hace infinitamente más cohesionadas y eficientes que sus homólogas de la Camarilla. El Vinculum, el rito sangriento que convierte en manada a una cuadrilla, les hace inmunes al vínculo de sangre, a cambio de estar sometidos entre sí a vínculos de sangre internos de intensidad aleatoria. Y aunque dicha confianza es artificial (como ya discutí en la primera entrada de esta serie al hablar de consentimiento y confianza), está tan extendida en el Sabbat que muchas veces sus miembros no la distinguen (o la consideran superior) a la confianza natural.

Esto da lugar a situaciones complicadas, porque la confianza creada por el Vinculum no es necesariamente recíproca. Quizás tú dejarías tu cuerpo y tu sangre en manos del compañero que tienes delante (y ansías hacerlo), pero dicho compañero preferiría tener a sus sangrientos pies los ojos suplicantes de un tercer compañero de manada. Esto sólo puede acabar de dos maneras diferentes: o en orgía o como el Rosario de la Aurora, y pocos humanos podrían apreciar la diferencia a simple vista. «Dios, cuánta sangre» sería un apelativo válido para ambos rumbos de los acontecimientos, y tampoco sería extraño que una masacre por celos acabase en orgía o viceversa, teniendo en cuenta qué tipo de vampiros son los participantes. Cuando el Vinculum es recíproco, no obstante, suele desarrollarse como una relación BDSM vampírica común (a no ser que se rompa el Vinculum, en cuyo caso bien podría acabar como en los escenarios anteriores).

El Vinculum también influencia el desarrollo y visión que se tiene de relaciones BDSM fuera de la manada. Para los miembros del Sabbat, desarrollar este tipo de confianza les resulta extraño, un sentimiento muy diferente al que sienten en manada, y tanto podrían buscarlo para experimentarlo como rechazarlo por completo. Las manadas tampoco acabarían de ver bien estas relaciones entre miembros que no comparten el mismo Vinculum, preguntándose cómo pueden confiar entre sí sin la sangre ayudándoles a ello. Los compañeros de manada más tolerantes simplemente les dejarían hacer, haciendo gala del honor y derecho a libertad del Código de Milán, pero aquellos más fanáticos o cuyo Vinculum es más fuerte con la persona que está teniendo una relación externa podrían tener serios problemas conteniendo su desaprobación. Que este tipo de reacciones solo intensifiquen la confianza y morbo de las relaciones «prohibidas» de los vampiros de manadas diferentes tampoco ayuda.

¡Pero el Sabbat encuentra soluciones! Evitando prohibiciones que sólo incrementarían el descontento de sus miembros, la Secta ha encontrado una forma de paliar los problemas por las relaciones BDSM intra e inter manada: mazmorras conjuntas. A modo de bien público y para el entretenimiento de sus miembros, una ciudad Sabbat con suficientes adherentes al BDSM acabará abriendo una mazmorra vampírica BDSM de uso público para todos los vampiros del Sabbat. Se rumorea, incluso, que algunos dominios han desarrollado Ritos similares al Vinculum para los eventos especiales de dichas mazmorras, simulando la confianza del mismo e inmunizando ante el vínculo de sangre a todos los participantes durante una única noche de orgía desenfrenada. Y aunque la confianza temporal es también artificial, los miembros de dichos dominios han mejorado significativamente las relaciones entre ellos y sus manadas operan en conjunción con mucha más efectividad.

El Movimiento Anarquista: anarquía y birra fría

En general, al Movimiento Anarquista se la suda. En lo que a preferencias sexuales y fetiches se refieren, consideran que ningún vampiro tiene potestad para imponer sobre otro qué está bien y qué está mal, mientras todos sigan los preceptos de la Humanidad. En ocasiones surge una pequeña vena algo más radical que, asemejándose al Sabbat, se preocupa sobre si el vicio personal no estará afectando a la causa común, argumentando que prácticas de este tipo sólo incrementan el nihilismo de cada individuo y lo aíslan de la lucha de clases. Esto suele dar como resultado un par de discusiones filosóficas acaloradas que, la mitad de las veces, acaban con los nudillos de alguien en la cara de otro alguien, lo cual suele zanjar el debate durante unos cuantos meses. Paradójicamente, los participantes de dicha discusión suelen acabar de buenas unas cuantas noches después. Y aún más paradójicamente, dichos participantes también suelen acabar de buenas en la mazmorra BDSM de uno de los dos, unas cuantas noches más después.

Lo que realmente le preocupa al Movimiento Anarquista es la confianza y consentimiento de dichas relaciones. Habiendo visto de primera mano las tóxicas relaciones de poder de la jerarquía de la Camarilla o la confianza forzada impuesta por el Sabbat mediante ritos sangrientos y magia, ningún anarquista que se precie quiere acabar en algo remotamente similar a aquello de lo que huyó. Soltarse, liberarse, poder confiar en otros sin miedo a que te apuñalen por la espalda: esa es la camaradería sincera que esperan las comunidades anarquistas, y dichos deseos se filtran a sus relaciones BDSM. Establecen límites y reglas muy concretos, avisan a terceros de confianza sobre dónde y con quiénes van a estar las noches de sesiones y preparan salvaguardas tanto físicas como emocionales ante cualquier posible desenlace negativo de las actividades planeadas para una sesión.

Planear con antelación, esa es la otra clave de las relaciones BDSM anarquistas. Hay quien pensaría que por llevar el nombre «anarquistas» simplemente improvisarían sobre la marcha, pero son pocos los miembros de esta Secta que se dejan encadenar por un camarada sin saber previamente con qué los van encadenar, durante cuánto tiempo y qué formas hay de librarse de las cadenas. Al fin y al cabo, ya se metieron en la boca del lobo una vez sin que nadie les pidiera su opinión, y ya veis cómo les fue. Y esto se aplica también a las partes dominantes, puesto que no quieren convertirse en los monstruos que consideran a los miembros de las demás sectas: cualquier actividad no planeada solicitada por la parte sumisa implica riesgos no contemplados, y riesgos no contemplados implica poner en riesgo a otro vampiro sólo por tu propio placer. Eso no es de anarquistas. El pellejo del compañero es tan valioso como el tuyo. No, lo siento, si quieres algo nuevo lo estudiamos para la próxima vez.

En cuanto a logística, los anarquistas suelen recurrir con frecuencia a mazmorras compartidas entre varios vampiros, no sólo con aquellos con los que mantienen una relación BDSM. Todos se comprometen a su mantenimiento, limpieza y seguridad, y por lo general establecen calendarios u horarios ecuánimes de uso y formas de reservar las salas con cierta antelación, como apps y calendarios online. En ocasiones alquilan la mazmorra a otros anarquistas fuera del grupo a cambio de favores o simplemente de dinero, que normalmente se destinan al mantenimiento de la misma, pues suelen confiar lo suficiente en que tratarán el material adecuadamente y nada se irá de madres más de lo esperado. Al fin y al cabo, si no es así, saben dónde encontrarles para partirles una silla en la espalda y pedir una compensación.

Autarkis: en mi casa jugamos así

Los Autarkis no son tanto una Secta como la ausencia por completo de ésta, pero componen un caso lo bastante particular, en las ocasiones en los que se dan relaciones BDSM entre los escasos Autarkis que existen, como para hablar de él. Y es que los Autarkis son… especiales. Mantenerse al margen de una guerra centenaria entre dos sectas vampíricas a nivel global y que ninguna venga a tocarte las narices requiere un tipo especial de vampiro: o extremadamente aislado, o extremadamente poderoso. Y en ambos casos la cosa está complicada, si dicho Autarkis es un practicante de BDSM.

Los casos aislados tienen, principalmente, el problema de la soledad y la alimentación. La población local no podría ser capaz de sustentar a otro vampiro sin levantar sospechas, seguramente, por lo que el Autarkis acaba viéndose relegado a una no-vida de masturbación, a intentar entablar dicha relación con un ser humano (lo cuál saldrá mal y no es BDSM, como ya expliqué en la entrada anterior) o a resignarse a buscar una población algo mayor y Abrazar a un compañero de juegos compatible (lo cuál ya es en sí bastante complicado). La búsqueda de dicho desahogo BDSM en igualdad de condiciones, pues, supondría el primer paso del fin del aislamiento del vampiro, además del más que probable contacto con las Sectas del mundo exterior, para bien o para mal.

Los casos poderosos tienen, además de complicaciones similares a los aislados, el problema de la igualdad de de condiciones. Un vampiro capaz de oponerse en solitario a la Camarilla o al Sabbat es un auténtico monstruo, ya sea a nivel sobrenatural, puro poderío físico o cantidad de recursos a su disposición. La mayoría de las veces, una combinación de las tres. Pocos en su sano juicio del resto de Sectas querrían dejarse en manos de un individuo tan desconocido e impredecible, y ningún vampiro que el Autarkis crease estaría al nivel necesario de poder como para poder confiar y ofrecer su consentimiento a su sire con plena libertad y seguridad. Al Autarkis sólo le queda otra solución: u otro Autarkis a su nivel (un desafío que sin duda pondría a prueba sus capacidades) o abrirse como territorio neutral a miembros de las demás Sectas, «socializando» y dándose a conocer para ofrecer una imagen de mucha más confianza y romper cualquier mito sobre su persona que pudiera evitar encontrar un igual en los juegos de cama.

Pero si hay un problema común a todos los Autarkis, especialmente en relaciones BDSM con miembros de otras Sectas, es que les cuesta adherirse a los límites establecidos. Acostumbrados a no ceñirse a ninguna norma excepto a la suya propia, no encajan bien que otros determinen sus patrones de comportamiento y lo que se puede hacer y lo que no. Sus relaciones BDSM a menudo acabarán en discusión y conflicto, si el Autarkis no aprende a ponerse en el mismo marco que su compañero, y su mala fama por irrespetuoso no tardará en filtrarse al resto de la comunidad BDSM vampírica de la zona. Un vampiro así se convertirá en un individuo frustrado, peligroso y amargado, y cualquiera lo bastante ingenuo como para aceptar formar parte de sus juegos sin tomar las precauciones necesarias podría verse convertido en el desahogo del Autarkis, con desagradables consecuencias. Un Autarkis que sí aprenda la lección, no obstante, podría acabar gozando una popularidad mayor que cualquier miembro BDSM de la Secta predominante de la zona, al convertirse en una especie de «juez imparcial» donde incluso las limitaciones y problemáticas de las relaciones BDSM de las Sectas pueden dejarse atrás en pos de una experiencia más complaciente y libre de cadenas (metafóricamente hablando).

Clanes

El mayor estereotipo que define a los personajes de Vampiro: la Mascarada no son las Sectas, sino los Clanes. Son popurrís que hacen las veces de familia, nicho trófico, facción política y clase social dentro de la peligrosa danza macabra a la que los vampiros llaman «sociedad». El Clan es quien te convierte en vampiro, es quien te impone los ritos de paso necesarios para ser considerado miembro de su sociedad, es quien determina los poderes y debilidades sobrenaturales que fijarán tu rumbo preferente en la eternidad. Y como toda buena familia paranoica, controladora y jerarquizada, ésta influye en a qué acabas dedicando tu tiempo libre. Todos preferimos fornicar cuando no están nuestros padres en casa, al fin y al cabo.

El Clan es el centro de gravedad de todo vampiro, su baremo de normalidad y estabilidad en una sociedad lugubre y potencialmente fatal. Es la gente que le «entiende», que mejor puede comprender qué está pasando, qué sitios prefiere frecuentar, qué le gusta hacer. Ni siquiera tienen por qué compartir la misma experiencia o gustos, simplemente tener a otro de los tuyos delante es bastante como para saber que si le cuentas que la pasada noche experimentaste con el rol brat no va a poner los ojos en blanco. Quizás te pida que le expliques qué es eso. Quizás te diga que no lo comentes con los antiguos. Quizás te diga un cómplice «buf, ya, qué me vas a contar». Y en todos los casos sientes ese terreno común, esa familiaridad que en ocasiones asfixia, pero que en otras reconforta.

Y si de algo va el BDSM, es sobre sentirse cómodo (y, de nuevo, sobre asfixiarse, pero no metafórocamente).

El BDSM crece alrededor de ese baremo de lo que consideramos normal y echa raíces en las metodologías y filosofías de los Clanes. A diferencia de las Sectas, los Clanes tienen una directa influencia en fetiches concretos predominantes y en roles comunes, ya que ciertas frustraciones familiares generan ciertos tipos de desahogo concretos (hablando en todo momento del ámbito BDSM, ojo) y tener acceso a ciertas Disciplinas acaba derivando en ciertas… disciplinas*. La debilidad común es otro pilar básico, oscilando entre el fetiche y el límite dependiendo de su naturaleza y peligrosidad.

Y es que en Vampiro no puedes librarte de tu familia ni siquiera en el sexo. Al fin y al cabo, la llevas en la Sangre.

*¿De verdad pensabais que no iba a incluir este chiste en el texto?

Assamitas

Tres castas, un mismo Clan a punto de explotar. Cada Assamita es un nido de tensiones constantes, entre fidelidades abiertas, fidelidades secretas, conspiraciones y contratos de asesinato. Son el elefante que se balancea en la tela de una araña pero que saben que es cuestión de tiempo que se rompa. Son silencio, instrospección y control férreo sobre uno mismo -pues de uno mismo es de lo único sobre lo que los Assamitas pueden tener control.

Cuando los Assamitas se sumergen en el BDSM, desahogo es la palabra que los define. Ya sea sometiéndose a alguien para liberarse de la responsabilidad de someterse a sí mismos o asumiendo el control de una persona sumisa que no pueden ejercer sobre sus propias no-vidas, el desenfreno o pasión con el que demuestran estas emociones roza casi la felicidad. Se expresarán de forma abierta y explícita en sus encuentros, formando obscenidades verbales que otros vampiros no imaginaban que podrían formularse combinando palabras. Gritarán y gemirán desde la profundidad de su alma muerta, rompiendo cualquier silencio oculto que hubiera tenido la osadía de esconderse en sus mazmorras. Se deleitarán en sus propias marcas, recorriendo los cortes, heridas y laceraciones con sus dedos y lenguas para sentir y degustar cada ápice de dolor causado antes de hacerlas sanar.

Los Assamitas, pues, rara vez encarnan roles intermedios como switch o brat. Paradójicamente, intentando liberarse del posicionamiento casi fanático de su Clan, se convierten ellos mismos en el epítome de uno de los espectros de los roles BDSM. Cuando se someten, lo dan todo de sí mismos, dejando su voluntad como responsabilidad de su persona dominante. Cuando dominan, no ceden un ápice de terreno, teniendo la voz cantante en todo momento y repeliendo cualquier intento de sublevación con elegancia, justicia y severidad.

Extinción juega un papel intermitente en sus relaciones BDSM. Es una Disciplina pensada casi exclusivamente en la muerte y el asesinato, por lo que aplicarla más allá del nivel inicial requiere un cuidado y una precisión que sólo un asesino profesional podría adquirir. Es decir, un Assamita. En otras palabras, un Assamita sólo se dejará aplicar sexualmente los niveles superiores de Extinción por otro Assamita, indiferentemente de la confianza existente en la relación BDSM o incluso que el vampiro que enseñó dichos niveles de Extinción fuera el propio Assamita. Esto es una norma no escrita ni hablada, además, sino puro sentido común del Clan, puesto que los Assamitas mantienen sus relaciones BDSM en el más absoluto secreto y privacidad. Al fin y al cabo, ningún buen asesino que se precie hará saber cuál es su momento más vulnerable.

Pero si hay un factor limitante en las relaciones BDSM de los Assamitas, es su debilidad de Clan. La terrible reacción alérgica que sufren con la consumición de sangre vampírica significa que sus juegos con sangre y colmillos están restringidos a no consumir nunca sangre ajena. Oh, por supuesto, pueden jugar oralmente con ella, lamiendo, saboreando, chupando y escupiendo, pues pese a que el sabor no les resultará agradable, siempre y cuando no traguen la sangre no sufrirán los efectos más adversos de su maldición. Entre la facción fundamentalista de la Red de Cuchillos, no obstante, esta debilidad a menudo se convierte en fetiche; frustrados ante esta debilidad que les impide devorar las almas del resto de Vástagos de otros Clanes, se recrean en el dolor que causa en sus propios cuerpos dicha maldición, blasfemando contra ella y convirtiéndola en una fuente de placer como única forma de desafiar a su mayor y única anatema. Si pueden convertir su mayor agonía en placer desenfrenado, algún día convertirán su mayor debilidad en su principal fortaleza.

Hechiceros y visires

Existen ciertas diferencias dentro de los linajes de Assamitas Hechiceros y Visires con respecto a la tónica general del Clan, en lo que a BDSM respecta, debido al acceso a diferentes Disciplinas, cultura interna y la variación en su debilidad de Clan. Los Visires, como el resto del Clan, son ampliamente verbales en sus sesiones BDSM, pero en su caso lo manifiestan en forma de diplomacia y «negociación» con las otras partes participantes. En su sumisión son profundamente cordiales, zalameros incluso, haciendo uso de una profunda educación y exquisitos modales al referirse a su persona dominante; como dominantes, mantienen una conversación constante, argumentando sus órdenes y deseos, justificando la necesidad de disfrutar del placer o dolor de la parte sumisa y aplicando castigos haciendo uso de una empalagosa decepción e incluso responsabilidad personal, el epítome de «esto me duele más a mí que a ti». Los Hechiceros, por el contrario, son de una expresividad queda, tranquila y reservada, fruto de su habitual aislamiento y falta de confianza hacia y de otros compañeros de Clan, pero no menos intensa que para el resto de castas. En sus gemidos susurrados se intercalan palabras de poder y fragmentos de ritos arcanos, y sus gritos ahogados hacen vibrar la sala como una chispa mística que pone la piel de gallina. Su dominación, además, está llena de un profundo sentido ritual, con ofrendas de sangre, incienso y tabaco, runas místicas grabadas con arcilla y saliva en la piel de aquél que se le ha sometido y promesas de placer murmuradas en el silencio de la Extinción, como un pacto impío destinado a condenar con delirio y éxtasis los restos del alma del sometido.

Brujah

Dicen que los Brujah aún arden con la llama de la pasión humana, incapaces de controlarla o apagarla y condenados a que sus Bestias se alimenten de dicho fuego para torturarlos por desafiar su condición vampírica. Otros, menos dados a las figuras literarias, dicen que son unos balas perdidas eternamente cabreados y con la mecha muy corta. La verdad, que paradójicamente está muy cercana a ambos puntos de vista al mismo tiempo, tan sólo perjudica a los pobres Brujah practicantes del BDSM. Y es que cuando tu Bestia es azuzada con tanta facilidad, unida a un poderío físico habitualmente superior al del vampiro medio, resulta difícil no ya confiar en otro vampiro, sino en uno mismo. ¿Quién te garantiza que no entrarás en frenesí tras una sesión demasiado intensa e intentarás arrancar la cabeza de la otra persona participante?

Lo que se encuentran vampiros practicantes del BDSM de otros Clanes al entrar en contacto con los Brujah en estos ámbitos es sin duda una ruptura radical con la imagen que hay formada de ellos. Proclives como son al frenesí, han convertido el beforecare, middlecare y aftercare en prácticas obligadas y rutinarias en toda sesión, tan intensas a su manera e importantes como los propios fetiches llevados a cabo durante la noche. Según los Brujah, la clave para hacer un buen fuego no es convertirlo en una deflagración, sino en moderarlo, reducirlo y azuzarlo para que se mantenga siempre en una misma intensidad, dando calidez y bienestar sin destruir aquello que toca. La planificación detallada también juega un papel importante dentro de sus prácticas, y es muy probable que las precauciones extendidas entre la comunidad BDSM del Movimiento Anarquista sean herencia e imposición directa de los Brujah. Este modus operandi está ampliamente extendido en todo el espectro del Clan, además, con Iconoclastas viéndolo como una forma de entrenar y domesticar a sus Bestias y Filósofos aplicándolo como método para mantenerlas sometidas, dormidas y calladas ante su raciocinio y lógica.

Para lo que sin duda no ganan los pobres Brujah BDSMitas es para material. Su particular combinación de Disciplinas hace que sus juguetes reciban más daño que ellos mismos, durante sus sesiones, y cualquier herramienta o utensilio BDSM que no haya sido fabricado o personalizado específicamente para vampiros les durará dos telediarios. Ahora bien, por muy económicamente poco solvente que esto resulte, no son pocos los Brujah que han sabido verle la utilidad práctica. Teniendo en cuenta que han de ir con cuidado para no despertar a sus Bestias, con frecuencia han de contener la intensidad de sus actividades (especialmente las sadomasoquistas) para que sus herramientas no causen un excesivo daño a la otra parte participante (por mucho que ésta disfrute de una intensidad superior). Los utensilios humanos, simplemente, rompen antes de causarlo. Sin duda, es una molestia tener que disponer de un barril de floggers de usar y tirar, pero la ventaja de saber que nunca harás nada que comprometa el autocontrol de tu pareja de juegos sobre su Bestia bien vale el dinero gastado.Entrada 2-2

¡Y no sólo eso! Muchos Brujah han convertido a los juguetes de romper y tirar en un fetiche y un morbo en sí mismo: es una muestra de dominación y salvajismo bajo control, una forma de parecer estar sometiendo a la parte sumisa a un excruciante castigo sin que realmente haya dicho sufrimiento extremo. «¿Cuántas fustas he de romper en tus muslos para que aprendas a comportarte?», «¡Azóteme hasta partir la pala, mi señora!» o «Estarás satisfecha. Has roto mi flogger preferido. Ahora tendré que castigarte» son pequeños ejemplos comunes de cómo la imaginación Brujah ha convertido una pega en un beneficio, y un beneficio en un fetiche.

Caitiff

Los Caitiff se encuentran en una situación complicada. En el mejor de los casos, son parias sociales rascando en el fondo del barril las escasas sobras que la sociedad vampírica les deja para subsistir. En el peor, transgreden unas normas que no conocen de una sociedad de la que no forman parte y acaban mirando al sol la mañana siguiente. Queda poco espacio para el ocio sexual cuando tu mayor preocupación es la supervivencia.

La actitud de los Caitiff hacia el BDSM, pues, depende considerablemente de la Secta de la cuál formen parte, ya que no tienen una cultura previa de Clan que les inculque un contexto común a partir del cuál desarrollarse. En la Camarilla, por ejemplo, la búsqueda de discreción de la Secta a menudo se convierte en vergüenza hacia sus propios deseos, no queriendo que se sepa o comente fuera de sus sesiones ni el qué les gusta ni el con quién lo practican, llegando hasta el extremo de evitar a las otras personas implicadas en la relación en reuniones públicas con otros vampiros. En el Movimiento Anarquista, en cambio, donde sí pueden encontrar una cierta aceptación y confianza, habitualmente incorporan en sus relaciones un before-, middle- y aftercare mucho más extenso y abundante que en las relaciones BDSM de otros Clanes, tanto si son la parte dominante como la sumisa, fruto de las carencias afectivas previas al ingreso en la Secta y su deseo de pertenencia.

Es quizás en el Sabbat, donde han adquirido el nombre de Panders y el estatus oficial de Clan, donde su identidad como grupo ha adquirido una suficiente solidez como para influenciar de forma diferenciada sus prácticas BDSM. El hecho que no estén atados a un conjunto de Disciplinas preferentes, en concreto, han convertido a los Panders practicantes del BDSM en vampiros juguetones, imaginativos y experimentales en sus relaciones. Poderío físico, magnetismo sexual y cambio de forma pueden ser las marcas personales de un Pander, mientras que otro puede usar su velocidad sobrenatural, lectura emocional y control de sombras de forma habitual en sus fetiches; con frecuencia, esto implica que sus sesiones tienen paradas habituales en las que se preguntan mutuamente si pueden probar una idea que se les acaba de ocurrir y que el uso de palabras de seguridad, semáforos y heridas de seguridad en repetidas ocasiones en una misma sesión no tenga connotaciones negativas entre ellos. Suelen ser, además, bastante autoconscientes de su condición improvisadora, y cuando participan en sesiones con vampiros de otros Clanes procuran dejar claro de antemano que no tengan reparo en detener la sesión o en negarse a probar fetiches ideados sobre la marcha. Toda precaución es poca.

Aún así, sí que podemos encontrar una constante entre todos los grupos Caitiff que influencia sus relaciones BDSM: su sangre vampírica diluida. Su frecuente altísima generación les causa ciertos problemas, como tener un acceso reducido al arsenal sobrenatural vampírico y necesitar más sangre para curarse, pero también implica que sus debilidades son menos taxativas. Que la luz del sol haga un daño reducido o no poder crear vínculos de sangre con la consumición de la propia vitae suponen una puerta abierta para experimentar con estas debilidades sexualmente con mayor seguridad. Una única ventana con una cortina opaca tapándola podría convertirse en un utensilio de dulce tortura, a medida que se abren pequeños agujeros que causan dolorosas pero no letales quemaduras en la piel muerta del Caitiff. Los Caitiff podrían beber libremente de las arterias mutuas sin miedo a encadenarse el uno al otro, en una cinta de Moebius vampírica en la que la sangre extraída de uno es consumida por el otro al mismo tiempo, intentando dominarse entre sí para ver quién es capaz de extraer más ambrosía carmesí del otro en menos tiempo. Unido a que en ocasiones pueden consumir comida y bebida como los humanos, eso abre la puerta a la miríada de usos sexuales que la humanidad ha encontrado a la gastronomía.

Los dos principales inconvenientes habituales en BDSM de los Caitiff de elevada generación suelen ser su pobre regeneración y la ausencia esporádica de colmillos. Lo primero implica que sus juegos sadomasoquistas son más comedidos, haciendo uso de cortes y heridas abiertas sólo cuando se dispone de una buena reserva de sangre de emergencia y centrándose más en el dolor contundente a la hora de imponer castigos físicos. Adaptables como pocos, los Caitiff han sabido crecer alrededor de esta limitación, prefiriendo la vertiente más psicológica del BDSM a la puramente física. Han hecho de sus relaciones un espacio seguro donde reproducir y enfrentar la humillación, sumisión y disciplina hacia otro vampiro cuyo bienestar sí es su principal prioridad, convirtiendo sus sesiones en experiencias catárticas en las que liberar la frustración del rechazo que les impone la sociedad vampírica. En otros casos, sus sesiones son peleas de poder switch en las que se demuestran a sí mismos su valía y habilidad en un torbellino de fuerza, placer y habilidades predatorias, intentando doblegar a la pareja sin causar heridas heridas de importancia o provocándola mediante bravatas que la insten a ser más asertiva y dominante.

Lo segundo suele ser una de las mayores jodiendas sexuales que puede experimentar un vampiro por el resto de su eternidad: sin colmillos, carece del placer del Beso, y sin el Beso, carece de uno de los éxtasis orgásmicos más importantes de las relaciones sexuales vampíricas. Oh, por supuesto, aún puede morder y experimentar con su fetiche para causar dolor e imponer dominancia sobre la parte sometida, pero ni ese dolor será lo bastante agudo como para compararse a los colmillos ni el placer que recibirá será tan intenso como cuando es la persona con colmillos la que muerde. Lo curioso para muchos Caitiff con esa condición es que, bueno, no puedes echar de menos aquello que no has tenido nunca. Sus rutinas sexuales se adaptan a este hecho; para el vampiro, el placer que experimenta en sus relaciones sin colmillos es sincero, morboso y exultante. Lo complica todo un poco si quieres beber la sangre de la otra persona implicada, sí, pero no hay nada que un buen fetiche por los cuchillos (o la Disciplina adecuada) pueda solucionar. A vampiro dominado no le mires el dentado.

Gangrel

Los Gangrel son un Clan de supervivientes. Se regocijan en su capacidad de resistir, perseverar y superar cualquier obstáculo que se les presenta, ya sea mediante fuerza bruta, astucia o aguante. El Abrazo de los Gangrel es una ordalía de fuego, un reto en el que Bestia y Humanidad han de colaborar estrechamente y emerger como verdaderos depredadores  o perecer y convertirse en polvo en el viento. Son, sin duda, los sumisos más tenaces que un vampiro pueda encontrarse en su extraño mundillo BDSM. Están deseando ser puestos a prueba. Y están deseando poner a prueba a cualquiera que intente dominarlos.

El Clan encarna con gusto su estereotipo de salvaje tenacidad en sus relaciones BDSM; desatados y rindiendo cuentas sólo a sí mismos, sus sesiones no tienen ningún tipo de piedad o consideración hacia los instrumentos utilizados. Las camas se convierten en un mobiliario de usar y tirar, pues ninguna sobrevive a una sesión de garras, colmillos y manos desnudas aferrándose a patas, cabezales y sábanas sin acabar como un amasijo informe de madera, metal y tela. Grilletes, cadenas y ataduras se doblan, parten y desgastan, pues para el Gangrel será una falta de educación no poner a prueba las cuerdas con las que intentan someter a su Bestia. Insultos, rugidos y degradaciones de todo tipo rebotan en las paredes de la mazmorra, que más le vale estar debidamente insonorizada si  su persona propietaria no quiere que el SWAT llame a su puerta al poco rato. Oh, y si eso ocurre, los Gangrel simplemente mostrarán una sonrisa llena de colmillos y les dejarán pasar. El sexo siempre les da hambre.Entrada 2-5

Que sus Disciplinas los hagan más duros de romper, atar y someter sólo añade diversión a los Gangrel. No quieren golpes desganados, insultos de tres al cuarto y dominantes pusilánimes. Su Clan pone toda la carne en el asador en el BDSM y esperan lo mismo de los demás participantes. Por supuesto, avisan de ello con considerable antelación, y habitualmente el cortejo BDSM de un Gangrel será casi tan brutal y demoledor social y físicamente como las propias sesiones. Criban muy bien con quién se relacionan. Como su propio Abrazo, como toda su existencia, aquél que quiera encamar a los más salvajes de la prole de Caín deberá ser considerado digno antes, aguantando bravatas y provocaciones que sólo aquél Clan que aún puede rondar el salvaje territorio de los Lupinos y vivir para contarlo puede proferir.

¿Te puedes convertir en… ?

Existe un tema algo peliagudo en los «rituales de apareamiento» Gangrel que todas aquellas personas con suficiente conocimiento de Protean y del Clan probablemente os estéis planteando. Sus poderes de metamorfosis. Aunque hablaré de Protean en más detalle en una futura entrega, vale la pena hacer el pequeño comentario y englobarlo dentro de la cultura del Clan. Es bien sabido y medianamente canon en el mundo de Vampiro: la Mascarada que los Gangrel han copulado entre ellos con sus formas animales (principalmente la de lobo), pero esto no tiene nada que ver con el BDSM. Dos lobos montándose no pueden practicarlo, al fin y al cabo, aunque sólo sea por falta de pulgares oponibles; en ese momento, bueno, no hay humanidad de por medio, ni sus rituales, ni sus fetiches, ni nada. Son lobos, puñeta. ¿Y un Gangrel convertido en lobo y un vampiro sin convertir? Pues eso tampoco es muy BDSM que digamos. Sigue siendo lo bastante retorcido, grotesco y tabú como para contar como sexo vampírico, y ambas partes consienten, sí, pero no hay nada de BDSM en eso. Eso no es ni un fetiche, es una filia. Y si por algún casual quisierais meterla en vuestras partidas, habladlo mucho con vuestra persona Narradora y el resto de personas jugadoras e incluidlo sólo si contáis con su aprobación unánime, puesto que podría herir sensibilidades.

La debilidad Gangrel, problemática como es en su trato con los seres humanos, no suele suponer una exagerada molestia en sus relaciones BDSM. Ciertos rasgos, de hecho, podrían resultar exóticos, excitantes o morbosos a vampiros de otros Clanes, mientras que entre Gangrel los rasgos bestiales son una realidad tan común que entre ellos suelen no prestarles atención, menos aún durante sus sesiones BDSM. En casos concretos sí que podría resultar una molestia o impedimento a nivel logístico para ciertas prácticas, teniendo que modificar puntualmente un fetiche por necesidad (no aplicar fuego o quemaduras sobre una zona con pelaje o procurar orificios adecuados en vestuario o mobiliario en caso de tener cola, orejas u otros probóscides animales, por ejemplo). Por lo general, empero, son una anécdota para los Gangrel y un motivo de morbo para otros vampiros. Y si los Gangrel pueden aprovechar dicho morbo para poner aún más a prueba a sus compañeros de juegos, mejor que mejor.

Giovanni

Todos los asuntos de los Giovanni se quedan entre Giovanni. Su Clan es un culto, una familia, una mafia y una empresa al mismo tiempo, con elementos de los cuatro retozando y engendrando obscenidades que se acaban convirtiendo en costumbres, ritos de paso y obligaciones para los herederos parricidas de los Capadocios. Y, como buen asunto íntimo, personal y privado que es, el BDSM también se queda dentro de las paredes del Clan. Los Giovanni sólo pueden llegar a considerar como igual a otro Giovanni, al fin y al cabo; los demás vampiros pueden ser valiosos recursos en el mejor de los casos, sin duda, pero son sólo eso: recursos. La intimidad y respeto mutuo se queda en familia, metafórica y, a veces, literalmente. Todo lo demás son distracciones pasajeras… y potencialmente peligrosas para la otra parte implicada.

Espera, ¿cómo que «en familia»?

Será mejor que abramos este melón ahora que acabamos de empezar con los Giovanni: son incestuosos. No es un rumor, no es un retorcido caso aislado, no es una invención de sus enemigos. La familia mortal de los Giovanni dejaría en evidencia al árbol genealógico de las monarquías europeas en lo que a compartir sangre se refiere, y aunque el Clan ha incorporado a diversas familias externas de forma oficial para añadir variedad genética, la foto de familia de los Giovanni figura al lado de la definición del concepto «Piscina Genética Cerrada». Vampiro: la Mascarada ya se ha encargado ampliamente de tratar este tema y las macabras consecuencias de ello, pero es bueno tener claro que no es sólo que el primo Vinni no le guste practicar bondage con los Ventrue, es que el primo Vinni es probablemente tu primo de sangre cuando estabais vivos, lo sabéis y el bondage lo practica contigo. Con movidas Giovanni, hablad con vuestra persona Narradora y con el resto del grupo de juego para ver si tienen algún reparo tratando estos temas, especialmente si estamos hablando de Giovanni con una separación familiar pequeña (entre familias Giovanni diferentes no hay consanguinidad real, así que no pasa nada en esos casos). Y ojito también, si hablamos de incesto, de estar en igualdad de condiciones: si la relación de consanguinidad es, además, hacia arriba o hacia abajo en el árbol genealógico en vez de horizontalmente ya no será en términos equitativos. Una de las dos partes tiene autoridad real sobre la otra y ya sabemos las implicaciones negativas que esto tiene sobre la confianza y el consentimiento (y por lo tanto, no pueden ser relaciones BDSM).

El BDSM entre los Giovanni es… inquietante. Adopta parte de la imaginería católica que también emplean los Lasombra, pero menos desde el punto de vista de «vergüenza y humillación por estar pecando» y más a lo misa negra y regocijo en el propio pecado que se comete. Los Giovanni ya saben lo que hay en la otra vida y lo que pasa con el alma, por lo que no tienen nada ni nadie a quien arrepentirse de lo que hacen. Los Giovanni se revuelcan en el pecado, jugando activamente a llegar a nuevos niveles de blasfemia y profanación de las costumbres católicas en las que les iniciaron en vida, así como las degeneradas versiones en las que les iniciaron en su no-vida. No llegan al infernalismo o satanismo, sino a una especie de glorificación de aquello que profanan, convirtiendo al tabú en algo sacro con lo que reconocer la existencia de Dios, con la esperanza de llamarlo en forma de oración y rendirle culto mientras presencia los actos de obscena vileza y placer cometidos en su honor.

Las relaciones de poder intra- e interfamiliares también se filtran a los roles y juegos preferentes en las relaciones BDSM Giovanni. Incluso entre Giovanni de familias separadas, son habituales los roles de daddy/mommy y little girl/boy y sus variantes (brother/sister, siendo o una de las partes big y la otra little para denominar a la parte dominante y a la parte sumisa). Simular dichas relaciones de poder familiares en un entorno seguro es una bendición para muchos Giovanni, habituados al continuo baile de cuchillos y puñaladas para escalar en la jerarquía familiar y a la desconfianza total hacia sus iguales. Representarán sus roles de una forma idealizada pero siniestra, los little haciendo gala de una inocencia e indefensión desobedientes con las que provocar tanta ternura como repulsa y los daddy/mommy comportándose de forma tradicional y estereotípica, encarnando una virtud y decoro corrompidos que requiere someter a sus little a obscenidades aún mayores que aquellas que provocaron el propio castigo. No en pocas ocasiones usarán estos juegos de roles para hacer burla y mofa de personalidades concretas dentro del Clan, frecuentemente superiores o compañeros a los que no soportan, para poder tanto ridiculizar a una figura en teoría respetada que creen que no merece su puesto como para poner bajo su autoridad a aquellos congéneres Giovanni que creen que deberían estar por debajo de ellos.

Es en este acto de sorna en el que puede verse la mayor muestra de confianza sincera entre los Giovanni de la relación BDSM. Se otorgan mutuamente el puñal metafórico con el que podrían rajarle el cuello socialmente a su igual, a sabiendas de que ninguno de los dos hará uso de él. Confían lo suficiente como para mostrarse débiles, vulnerables, fácilmente destruibles. Las relaciones BDSM Giovanni que llegan a este punto adquieren la solidez de las lápidas, diferentes y desgastadas, quizás, al cabo de los siglos, pero marcando el lugar de algo permanente e inmutable como la muerte. Y aunque los Giovanni sepan que la muerte es sólo el principio, cuando se enlazan de esta manera con otro compañero de Clan pasan a ser socios inquebrantables, amigos de sangre o matrimonio en la no-vida, para su eternidad. Se cubrirán las espaldas y avanzarán como uno hacia la cima en la jerarquía del Clan, pues, en su intimidad, ya han representado con sexo, dolor y placer la destrucción de todos y cada uno de sus rivales.

La otra movida de los Giovanni

Esto no lo he mencionado en el texto, pero es algo que también es bien conocido dentro del material de Vampiro: la Mascarada: los Giovanni son necrofílicos. Cuando Dios repartió taras se volvieron a poner a la cola con un bigote falso, qué queréis que os diga. A estas alturas ya no debería deciros que si os da por introducir este tema en vuestras partidas lo habléis y pidáis aprobación del resto de grupo de juego y que, obviamente, no puedes tener una relación BDSM con alguien que, bueno, está muy fiambre, peor mejor prevenir que curar. Estos macabros y espeluznantes gustos pueden aparecer en una relación BDSM entre Giovanni, especialmente si ambas partes participantes comparten «aficiones». Para el Clan, los muertos son nada más que recursos, sirvientes o herramientas, tanto en cadáver como en alma, y comparten esa visión dentro de su siniestra versión del BDSM. Para ellos son solamente otro juguete sexual, y aunque no llegarán  con ellos al nivel del body horror de los Tzimisce con los vivos, cualesquiera sean las actividades BDSM en las que los introduzcan serán aterradoras, inquietantes y repulsivas no sólo a ojos de los mortales, sino a ojos de los vampiros de los demás Clanes.

Lasombra

Los Lasombra se consideran por encima de todo y de todos. Son el verdadero poder, dicen. ¿Hay acaso una mayor demostración de poder y omnipotencia que ser capaz de crear a tu propia némesis? La Inquisición, una de las organizaciones humanas más temidas por los vampiros y uno de sus sombríos retoños mortales, más que vergüenza, les llena de orgullo. Los Lasombra dominan y el mundo obedece; los Lasombra diseñan y el mundo les ovaciona. Y así en la tierra como en el cielo, se consideran a sí mismos los auténticos maestros del BDSM vampírico -y los precursores que inspiraron a los decadentes humanos a desarrollar su versión apta para mortales. Es una afirmación ostentosa y prepotente (como todo lo que dicen, dirían los demás Clanes). Pero como con todo aquello de lo presumen, tienen los medios para demostrarlo. Estarán encantados de que cualquier Tomás incrédulo se someta a sus cuidados…

Pero acallar unas cuantas voces entre susurros ahogados de placer y caricias de sombras contra humedad trémula no garantiza que sea verdad lo que dicen. Hay quien dice necesitar hechos objetivos y no simples demostraciones prácticas -pobres e indisciplinados ilusos necesitados de un intenso adiestramiento, dirían los Lasombra- y, por poco divertido que resulte en comparación, el Clan provee. Hay pocas cosas que más les satisfaga que tener la razón, al fin y al cabo. ¿Quieren pruebas fehacientes? Los Lasombra las tienen.

Empecemos por la Inquisición. Ellos la inventaron, la azuzaron y la liberaron sobre el mundo como una plaga creada por un dios vengativo. Les acabó mordiendo la mano, sin duda, pero proporcionaron deliciosos beneficios en los que colaboraron estrechamente: las máquinas de tortura. Dolor y castigo diseñados con macabra precisión, destinados a romper cualquier alma, cualquier mente, cualquier cuerpo… humano, claro está. Estos las adaptarían y suavizarían para sus fetiches y prácticas pecaminosas, pero los Lasombra no necesitaban medias tintas. Ellos vieron el potencial del placer desnudo del sufrimiento de la carne, de su propia carne, en esos instrumentos dedicados al tormento de dios. Vieron en esa ardiente pero moderada cólera divina en vida el rescoldo cálido de la pasión de los cuerpos seduciéndose, empapados de sangre, sudor y lágrimas. Y se relamieron en su propio pecado.

Hete aquí su segunda prueba, el pecado. La culpa. La vergüenza. Sin ellos no hay sitio para el dulce placer de la humillación, de la confesión, de la disciplina que sigue a aquél que obra en contra de su dominante, de su amo o ama, de su señor o señora de todos los mundos de oscuro placer prohibido. El pecado es cosa suya. La culpa también. Como la mano que meció la cuna de la Iglesia Católica y su asfixiante código moral, su segunda plaga para el mundo fueron las cadenas a la propia voluntad, que a la vez eran la llave para placeres aún más intensos e impíos que la simple procreación. Los Lasombra han perfeccionado esas técnicas, las han criado y alimentado y las han convertido en la herramienta de placer que son hoy. No les hace falta ninguna máquina de tortura inquisitorial para traer el dolor y la sumisión a aquellos que se unen a ellos voluntariamente en sus sesiones. Pueden sacar hasta la última de las culpas, vicios y groserías proferidas a aquellos que quieren ser disciplinados por el Clan de las sombras, y ambas partes acaban saboreando hasta el último rescoldo de este plato de suculenta ambrosía. «Sí, mi señor» o «Sí, mi señora» se profieren con la mayor de las sinceridades, con las más profunda de las honestidades, en la intimidad de los Lasombra. Y se repiten. Con gozo.

¿Quieren pruebas menos filosóficas, menos poesía de cama barata y más verdades? El bondage y el shibari también son suyos. ¿Dónde sino podría nacer la elegancia y belleza de la composición de cuerdas, quiénes sino podrían haber sacado tanta belleza y orden de algo tan vulgar como atar e inmovilizar a otra persona? Cierto es, ellos no lo practican con cuerdas: lo practican con sombras. Tentáculos físicos de oscuridad material acarician y constriñen la piel pálida y enrojecida, inmovilizan miembros y suspenden en el aire a sus jadeantes lienzos en blanco, realzando músculos, genitales, pliegues, curvas y formas. La mortaja blanca de la piel vampírica sólo es realmente hermosa cuando es confinada por la profunda oscuridad física del Abismo. Información, no opinión. ¿Y todas esas normas estrictas y rígidas del shibari, formas que representan animales y motivos florales o incluso constelaciones y símbolos religiosos? Lasombra, sin duda, desatados en su obsesión por el orden y elegancia, por la estructura y la jerarquía bien definidas y que acercan la impura carne a la perfección de Dios todopoderoso.Entrada 2-6

Malkavians

Videntes. Cassandras. Lunáticos. Los Malkavians son un Clan que escasea dentro del mundillo vampírico BDSM, no tanto por falta interés como por ausencia de confianza del resto de vampiros hacia ellos -y de ellos mismos a sí mismos. La debilidad Malkavian, que infecta sus mentes con una locura sobrenatural y única a cada miembro, implica que la mente del Vástago no está completamente bajo el control de su propietario, percibiendo o reaccionando a la realidad de forma que los otros vampiros no siempre pueden comprender. Es difícil poder someterte a unas reglas, límites y directrices previamente acordados cuando cabe la posibilidad que los incumplas de forma involuntaria o inconsciente. Las relaciones BDSM con una o más partes Malkavian, pues, escasean, ya que no puede haber BDSM sin confianza plena.

Pero escasear no implica ausencia total. Por aterradora que pueda ser la maldición Malkavian, el Clan de Luna puede asumir el control temporal de su psique, a costa de que su trastorno resurja con renovada intensidad tras el periodo de calma. Un Malkavian con suficiente conocimiento de su condición puede informar con detalle de su trastorno a las otras personas implicadas, infundiéndoles confianza en su control temporal (y posterior regreso agravado) haciéndoles una demostración en un entorno seguro de sus reacciones ante los disparadores de su trastorno. Un Malkavian con una fobia concreta podría exponerse al objeto de su fobia para que los demás entiendan cómo actúa ante ella, para posteriormente sobreponerse y demostrar que puede hacerse inmune a ella durante varias horas, y finalmente sometiéndose a la ordalía de enfrentarse de nuevo a su fobia intensificada. El proceso, aunque es una muestra de confianza, valor e incluso amor inmensos por parte de la Cassandra, es agotador y doloroso para la misma; exponerse así ante alguien sin la suficiente empatía o comprensión podría destrozarle emocional y mentalmente, además de destruir las relaciones que tanto valoraba y darle a alguien que ha demostrado no ser de confianza las llaves de su destrucción. Los Malkavians escasean en el BDSM. Tienen buenas razones para ello.

Cuando consiguen establecer la confianza necesaria con alguien como para embarcarse en una relación BDSM, sus sesiones acostumbran a ser esporádicas, espaciadas en el tiempo para que el Malkavian pueda recuperarse de las taxativas consecuencias de mantener el control de su cordura durante cada una de ellas. Esto condiciona ampliamente el contenido de las sesiones, que acostumbra a ser discutido largo y tendido durante los entretiempos entre los vampiros participantes; el tiempo de realización es uno de los factores más importantes, incluyendo el tiempo necesario para «desmontar» y liberar al Malkavian de cualquier atadura, suspensión o maquinaria y llevarlo a un rincón seguro y cómodo donde poder relajarse. Lo habitual es que se opten por prácticas más sencillas o que requieren menos preparación, salteadas con casos excepcionales en los que una sesión es dedicada a un único acto de mayor complejidad y logística.

El aftercare adquiere un peso mucho más importante en las sesiones BDSM con los Malkavians que con el resto de clanes. Mientras que con otros vampiros la ruptura emocional o mental es sólo una probabilidad ante la que hay que prevenir, en los Malkavians es un hecho que siempre ocurre. Tras cada sesión conteniendo su debilidad, ésta aflora de nuevo, más potente que nunca, y el Malkavian rompe ante su peso. Esto es, además, independiente y adicional a cualquier desgaste sufrido durante la sesión, por lo que hasta las sesiones más ligeras y relajadas necesitarán a posteriori proporcionar cuidados intensivos mentales, físicos y emocionales a los Malkavians participantes. Conocer la naturaleza del trastorno Malkavian sufrido ayuda sobremanera, y el propio afectado puede disponer ya de una serie de rutinas y acciones que sabe que le ayudan a mantenerse estable en mitad de la tormenta psicológica. La comunicación y confianza del Malkavian con sus compañeros ha de ser, pues, absoluta, ya que cualquier fleco ignorado podría resultar en catástrofe para los participantes.

Siendo el BDSM un acto de tamaña intimidad para el Clan, no es de extrañar que la privacidad sea algo que los Malkavian también valoren en sus relaciones BDSM. Rara vez se verá a un Malkavian en el centro de un escenario siendo el objeto o sujeto de un espectáculo BDSM con público, por ejemplo (aunque pueden existir excepciones para locales extraordinariamente bien preparados para las necesidades del Malkavian concreto). Escenarios abiertos, improvisados o con factores fuera del control de los participantes son peligros adicionales cargados de imprevistos a los que ninguna pareja de juegos de un Malkavian se arriesgaría.

A nivel de fetiches, los Malkavian son profundamente sensoriales. Auspex se convierte en la llave de su liberación sensual, abriendo las puertas de sus sentidos y convirtiendo el más ligero de los roces, el más suave de los azotes, la más tierna de las caricias, en un torbellino erótico de éxtasis y dolor. No echan de menos sesiones más largas o más duras, pues tienen a mano el mando del volumen de su propio cuerpo; ninguna sesión es corta, ninguna sesión es suave, cuando puedes decirle a tu piel que perciba las uñas de un amante como cuchillos desgarrando tu carne y cada escalofrío como un relámpago cruzando tus extremidades. Poder percibir emociones y leer mentes (previo consentimiento) hace de la experiencia algo fluido y sin palabras, un silencio rebosante de comunicación en el que el espectáculo de auras electrizantes y susurros danzantes de mentes ajenas forman un caleidoscopio de empatía en el que el Malkavian se regocija y con el que envuelve a los demás participantes en una tormenta de placeres satisfechos. Dementación, no obstante, está fuera de límites en el BDSM: el Clan considera que es azuzar a la locura que duras penas estás conteniendo y que sólo es el preludio de desastres tanto para ti como para los demás participantes.

Nosferatu

A nivel BDSM, los Nosferatu son quizás el Clan que goza de una salud sexual más plena. Aunque de cara al exterior son un Clan de susurros y secretos, internamente son un grupo cohesionado, cercano, lleno de camaradería, hospitalidad y confianza mutua, que incluso se mantiene en contacto con su rama antitribu de una forma más o menos cordial para garantizar la supervivencia del Clan como conjunto. Y dicha confianza y respeto no sólo impregna sus relaciones fetichistas, sino que además aparece de forma sincera con mucha más facilidad que en el resto de familias vampíricas. Saben que no se meterán en los asuntos del otro, que respetarán sus límites, que mantendrán la privacidad de lo ocurrido y que este trato siempre será recíproco. Y aquellos que no se comportan como deben o violan la seguridad o confianza de un Nosferatu en algo tan íntimo como una relación BDSM, bueno, pronto se darán cuenta de que el grupo cuida de los suyos. A veces de forma sutil e insidiosa. Otras, con discreta brutalidad. Pero eso sí, se encargan de que corra la voz. Las historias circulan. Las moralejas se forman. A los Nosferatu sólo se les jode con permiso.

Las relaciones inter-Clan sí son más escasas y de difícil consolidación. Podría acusarse de ello que la confianza interna de los Nosferatu se torna paranoia hacia el exterior, siendo muy lento y complicado el adquirir la confianza sincera de un Nosferatu, y habría parte de razón en ello. Pero no nos engañemos, la razón está clara: es por su debilidad. Los vampiros pueden ser criaturas muy pretenciosas y superficiales (por el amor de Caín, hay Clanes enteros dedicados a esta «cualidad») y decir que juzgan severamente a los Nosferatu por su aspecto monstruoso es quedarse cortos. «Tienen una gran personalidad» define con frecuencia el (pre)juicio habitual de un Vástago respecto al Clan, algo a lo que, por una parte, los Nosferatu llevan acostumbrados milenios y, por la otra, contribuye a que desconfíen de cualquiera fuera de su Clan que muestre un mínimo interés en ellos más allá de la conversación casual, amistad o negocios. Todos sabemos lo que le pasó a Carrie.

Un (peligroso) fetiche que aflora con frecuencia en el fértil terreno de perversión Nosferatu es el del exhibicionismo: condenados como están a esconderse en sus refugios, callejones y subterráneas necrópolis, lo que hace que sus venas palpiten de excitación es poder romper el tabú de su propio aislamiento. Quieren ojos empañados de pavor, horror y morbo prohibido contemplándolos disfrutar de sus obscenidades. Quieren la adrenalina de la ruptura inminente de la Mascarada retozando vagamente vestidos en un callejón a pocos pasos de una transitada calle principal llena de mortales. Quieren cuartos oscuros, glory holes, cines X de avergonzado y degenerado público tocándose al unísono mientras intentan discernir algo de cruda carne trémula entre los pesados y largos ropajes de esa extraña pareja montándoselo en última fila. Quieren ese riesgo, ese pudor, esa vergüenza convertidas en fetiche con el que humillarse y provocarse de forma consentida, con el que «castigarse» mediante tareas depravadas que implican mucho más que ir hasta el bar de la esquina sin ropa interior.Entrada 2-1

Y tienen, por suerte, la combinación de Disciplinas ideal para llevarlo a cabo. Su Ofuscación les permite realizar sus actos exhibicionistas casi a plena vista, sin que nadie pueda percibir más que un par de sombras en el rabillo del ojo o una súbita excitación sexual a raíz de pensamientos morbosos que no saben bien de dónde vienen. Su Animalismo les permite mantener una red de ojos discretos vigilando el perímetro de sus arriesgadas acciones, asegurándose que su morbo por la ruptura posible de la Mascarada nunca va más allá del «posible», dando la alarma ante imprevistos y visitantes inesperados e incluso actuando como distracción mientras los Nosferatu desaparecen. Y finalmente Potencia, con la que, bueno, simplemente le parten la cara de forma convincente a cualquiera que rompa la norma de «se mira pero no se toca». Siempre es de buen samaritano enseñarle a una pobre alma descarriada que hay que respetar el espacio personal. Los huesos vuelven a soldar, al fin y al cabo.

Ravnos

Hay quien diría que el Clan Ravnos está hecho para el BDSM: vicio, perversión, lujuria, degeneración y tabúes sociales convertidos en fetiches son una descripción acertada de un lunes por la noche para un Ravnos, ¿verdad? Nada más lejos de la realidad. La rama occidental Ravnos no tolera bien ni las normas ni las limitaciones a lo que su beneficio personal se refiere, y las rígidas directrices que el BDSM requiere que se cumplan para que sea seguro y controlado hacen que el Clan se tire los pelos de frustración. Especialmente para aquellos que siguen la caótica Senda de la Paradoja, los Ravnos no se dejarán someter ni obedecerán a nadie -y nadie con dos dedos de frente aceptará ponerse bajo los «cuidados» supuestamente BDSM de un Ravnos que se pondrá de morros cada vez que la parte sumisa impone restricciones.

Para aquellos que aún siguen la Senda de la Humanidad y tienen el mínimo sentido común de decir que no les va a dar un derrame por someterse a ciertas restricciones para la seguridad y confianza de una persona cercana, la cosa cambia. Cuando dominan, son bromistas juguetones que trastean con el orden y la combinación de los fetiches aceptados para la sesión, dándoles una cierta libertad de acción y una cierta sensación de caos (controlado) con el que no sólo disfrutan sino también hacen disfrutar a quien se haya sometido a ellos. Cuando se someten, nunca lo hacen por completo, o buscan maneras de girar las tornas o desobedecer las órdenes proferidas por la parte dominante mediante juegos de palabras, literalidad y otras argucias verbales con las que mantienen la atención, interés y morbo de quien está dominándoles.

La rama oriental del Clan es mucho más estructurada y disciplinada, acorde con su rígido sistema de castas y propósito bien definido, y esto hace que las relaciones BDSM con uno de estos Ravnos sea una experiencia completamente diferente. Para empezar, comprenden bien la necesidad de poner un marco acordado, estructurado y seguro donde poder actuar en igualdad de condiciones. Tampoco son dados al maelstrom erótico (aunque controlado) de aquellos Ravnos occidentales más humanos, que consideran demasiado próximo a la filosofía de la Paradoja de sus primos infames. Lo que sí que se produce una clara ruptura de roles de casta dentro de sus sesiones: con frecuencia, un Ravnos interpretará a castas diferentes a la hora de practicar BDSM, independientemente del rol que encarne. Un Vaisya en sumisión podría actuar como si fuera un Brahmin pese a no estar en la posición de poder, dando órdenes sobre como debe ser correctamente sometido, humillado o azotado o sermoneando a su dominante por querer ponerse por encima de una casta claramente superior. Un Kshatriya con rol switch interpretaría a un Chandala independientemente de qué actitud asumiese en las sesiones, convirtiéndose en un feroz sádico vengador cuando está en el poder y en un agradecido y complaciente sirviente cuando prefiere dejarse someter.

La debilidad Ravnos, no obstante, puede resultar algo problemática. Su obsesión compulsiva con ciertas acciones (que originalmente se creía que sólo podían ser criminales o corruptas, pero que también pueden ser positivas o neutras) implica que, de ser expuestos durante una sesión al objeto de su compulsión, podrían no tener el autocontrol necesario para evitar hacer algo que rompiese el contrato establecido con los demás participantes para esa noche. Por lo general, hay dos enfoques diferentes en el Clan hacia su debilidad. El primero es tirar de confianza y comunicación con los demás participantes para que el entorno de la sesión sea un lugar seguro donde no pueda darse, mencionarse o aparecer el objeto de la compulsión Ravnos, y convirtiendo la aparición de cualquier indicio que pudiera causársela en un semáforo rojo automático. El segundo es convertir dicha obsesión en parte activa de la relación BDSM hasta considerarlo un fetiche por derecho propio: podría ser la guinda del pastel para un Ravnos dominante, usándola como traca final en la que la satisfacción de su vicio particular por parte de la parte sumisa lo lleva al éxtasis absoluto, o podría usarse como elemento de provocación hacia un Ravnos sumiso, un reflejo de la práctica del orgasm denial en el que alargar la agonía de no poder satisfacer los más bajos impulsos hace que el deleite final al conseguirlo se intensifique casi hasta la desesperación.

Pero pocas cosas definen más el placer de una relación BDSM con el clan Ravnos como el uso de Quimerismo. Capaces de crear experiencias sensoriales a varios niveles que simulen todo tipo de situaciones, pueden sobrecargar el éxtasis, el dolor, el deseo o hasta la vergüenza de cada pequeño acto o detalle de sus sesiones. Cuando el dominio de tal habilidad es elevado, el BDSM se convierte en una experiencia casi onírica, una exploración de sueños y pesadillas mutuos convertidos en fantasía sexual que detonan, florecen o se disipan a medida que se salta de realidad en realidad, de escenario en escenario, sin más instrumentos o mobiliario que lo básico para ofrecer unos cimientos a las ilusiones de obscena lujuria en las que planean embarcarse los participantes de tan extática bacanal sensorial. Dejando a un lado las aplicaciones más poéticas de este poder, para los siempre trotamundos Ravnos el Quimerismo les supone un ahorro logístico inconmensurable: no necesitas juguetes sexuales ni instrumentos de dolor cuando puedes crear ilusiones sólidas de dichos juguetes o simular el dolor de dichos instrumentos, al fin y al cabo.

Seguidores de Set

Los Setitas se consideran a sí mismos expertos seductores, tentadores herederos de la Serpiente del Paraíso que condenó al pecado a toda la humanidad (para aquellos que crean en el pusilánime dios abrahámico, y no en el verdadero y todopoderoso Set, claro está). Como tales, consideran su bífida lengua (literal o metafórica) su principal y más preciada herramienta en los actos de perversa y decadente depravación con los que deleitan a sus confidentes, fuera y dentro de su ctónico culto. Y a la vez, esa misma lengua, esas palabras dulces y suaves como el terciopelo, duras y rasposas como el yute y frías y afiladas como agujas, son los cuernos del diablo que advierten a cualquiera que quiera embarcarse en una relación BDSM con los Seguidores de Set.

Y es que donde reside el veneno de la serpiente no es en la impiedad, falta de respeto o engaño. No necesitan nada de eso. Su fría sangre es sincera, respetuosa, complaciente; no rompen límites establecidos, no ponen en peligro a sus compañeros de juegos, no descuidan los cuidados emocionales o físicos. Es esta verdad, esta cómoda complacencia donde el veneno llega al corazón, donde el placer y deseo se convierten en argumentos de peso, en devoción recíproca hacia ellos, hacia su dios, hacia sus sometidos y dominantes. Su confianza es plena, porque es la plena confianza la que convierte al incrédulo. Son los monjes y sacerdotisas de la oscuridad del alma, del vicio y el pecado que emana por las grietas, del vapor condensado en negro icor obsceno que convence a la mente y al cuerpo que cada sesión es un ritual, una nueva oración, un nuevo sacrificio. Eva quiso morder la manzana. La Serpiente nunca le mintió. Y el regocijo fue mutuo.

Los perfectos corruptores son perfectos anfitriones. Convierten cada detalle de sus sesiones BDSM en una alegoría a su dios, en una oración a la rebelión contra la luz. A veces son obvios, construyendo verdaderas decoraciones egipcias con jeroglíficos proclamando rezos a Set y la muerte del odiado dios sol, pero casi siempre optan por lo sutil y evocador: maquillaje, luces reguladas para mantener una penumbra casi constante, juegos de sombras chinescas que forman extrañas figuras animales en paredes, ropas de lino o incluso suelos cubiertos de arena limpia, seca y cálida. Les encanta ser los diseñadores y arquitectos del escenario donde llevar cabo su dulce lujuria y adoran convertir a Set en una reacción pavloviana para sus compañeros de juegos, una relación indivisible e impía entre su dulce y divina oscuridad y el éxtasis, el dolor, los gritos y los gemidos. El hecho que no pongan dichas decoraciones por encima de la comodidad y gusto de las demás personas implicadas en la relación favorece la aceptación de la fe Setita y fortalece el vínculo y confianza con los implicados. El tacto de la serpiente puede ser frío, al principio, pero resulta agradable e irresistible al poco tiempo.

En general, más que tener una preferencia hacia un cierto grupo de roles o fetiches, las Serpientes se sienten naturalmente atraídas a cualquier práctica en cuyo simbolismo pueden ver los hilos y designios de Set. La forma que adopta esta atracción es diferente para cada Setita practicante del BDSM, ya que el culto no mantiene ninguna posición oficial al respecto del vínculo entre estas prácticas y la fe a Set, por lo que a veces es difícil discernir entre preferencia personal de la Serpiente y adoración velada a su dios. Uno podría ver en el bondage la forma ofidia de su dios, y en sus marcas y roce la bendición y sacrificio al mismo, convirtiéndose a sí misma en la «víctima» sagrada cada sesión que es atado con un intrincado patrón sibilino, cada suspensión en que el peso de su propio cuerpo intensifica el abrazo y erótica mordedura de las escamas de Set en su piel. Otro podría ver el tacto y brillo de las escamas en los del látex, encargando complejos diseños de vestuario con dicho material emulando la piel serpentina, la corona de la cobra o la faz de una víbora, y usar dichos trajes como segundas pieles para sus personas sometidas, presionando, tocando y rozándose en desnudez hasta permitir al «reptil» desembarazarse de esta piel y renovarse en el éxtasis y el orgasmo como si fuera un nuevo ser.Entrada 2-3

Su debilidad también juega un papel simbólico, por lo general. Las luces son tenues, en sus sesiones, sea mediante la pálida iluminación de unas velas (que luego pueden usarse para otros menesteres más interesantes) o unos sencillos LEDs con regulador a distancia. Las piezas de ropa con capucha, máscaras, gafas de sol y otras formas de cubrir el rostro o proteger la vista de la luz directa también son comunes, especialmente cuando la ocasión requiere una iluminación más fuerte de la que están habituados. Finalmente, rara vez se usa como fetiche o motivo de castigo o tortura, a diferencia de con otros Clanes más arriesgados, ya que para ellos el tabú de la luz y el sol tiene un profundo significado místico y religioso que incluso el menos devoto no puede acabar de ignorar en sus serpentinas sesiones de BDSM. Los Setitas más osados pronto desisten de sus intentos de reapropiarse como placer sexual su debilidad, asegurando sentirse observados, juzgados, por algo que no pueden comprender ni convertir en placer a partir del dolor.

Toreador

Otros Clanes pueden haber proclamado haber traído al mundo la semilla del BDSM al mundo de los vampiros y los humanos, afirman los Toreador, pero son ellos los que lo han elevado a la categoría de arte. ¿Una práctica sexual que combina intrincado vestuario con carísimos y complicados materiales, que se basa en el diseño y construcción de escenarios evocadores de ciertas emociones y sensaciones y cuya premisa es el éxtasis final obtenido por el conjunto de los elementos previos con un complejo juego de disciplina y control mediante presencia social y carisma? Estáis pisando territorio legítimo de los Toreador, queridos. Que dejen usar sus juguetes a los demás vampiros es sólo una necesidad pedagógica para darles a sus demás congéneres una base común de conocimiento para que sepan de qué están hablando los maestros. Ahora bien, ¿comparar los conocimientos de unos párvulos con los de los académicos que determinan cuál es el state of the art actual? Por favor.

Los gustos de los Toreador no son particulares, son exquisitos. Da igual qué rol vistan, en qué práctica se deleiten y con qué Clanes decidan jugar, lo convierten todo en la mejor de las experiencias posibles con los materiales y recursos que tienen a su alcance. El látigo que flagela su carne y desgarra su piel es de la más fina seda; los ganchos que suspenden su cuerpo y drenan lentas pero suculentas gotas de su sangre desde el cielo hasta el suelo están forjados con la más pura plata de ley; el arnés de bondage hecho con cuerdas simples de algodón compradas en una ferretería posee un patrón en mosaico inspirado por las decoraciones interiores de la Giralda. Pero no son siempre los artífices encargados de deleitar los sentidos de sus compañeros de juegos: a veces son el lienzo donde aquellos que consideran tocados por la musa y por la pasión liberan su imaginación. Se convierten en parte de la exposición, de la experiencia, del éxtasis. Se convierten en arte.

Su debilidad tan sólo es motivo de gozo para el Clan, dentro del BDSM. Es una muestra de éxito y perfección, por una parte, de haber logrado el objetivo buscado de crear un conjunto cuya belleza apabulla los sentidos, o de haber encontrado un artista que ha obrado sobre sus cuerpos el deleite sensorial y creativo supremo hasta el punto de perder el resto del mundo de vista. Es un orgasmo adicional, una experiencia superpuesta al éxtasis del Beso que convierte al vampiro en una consciencia casi desvanecida por la intensidad del placer experimentado. Los Toreador buscan activamente disparar su debilidad durante sus sesiones, aunque son lo suficientemente conscientes de la dificultad de esto como para no considerar fracasos aquellas sesiones donde no se llega a este culmen. Pocos Toreador llegan al Stendhal con sus propias obras, al fin y al cabo, y es más cuando actúan como parte de la obra de arte -y son sólo objetos del sujeto que consideran capaz de conseguir este cenit- que se vuelven más exigentes e incluso prepotentes. De hecho, vale más a aquellos vampiros que entablen una relación BDSM con un Toreador que lo den todo de sí mismos sino quieren incurrir en algo peor que la ira de los Toreador: su aburrimiento.

Hay que dejar claro que la búsqueda de la perfección y la exquisitez por parte de los Toreador no implica necesariamente ser más pijo que una mosca con ligueros o mazmorras chic con herramientas, ropa e instrumentos de las mejores marcas. El arte se encuentra también en lo crudo, lo sucio, lo plano, lo obsceno. La sonrisa felina llena de colmillos y perversión de un Toreador se obtiene de muchas maneras. Un sótano en un edificio abandonado, húmedo y cubierto de pintadas groseras de colores chillones es el escenario perfecto para una sesión en la que arrancar el cemento de las paredes con las uñas, en la que notar el brutalista tacto del hormigón desgastado friccionando contra la indefensa piel, en el que ser encadenado al pilar maestro mientras las goteras del techo forman dibujos carmesíes en la piel ensangrentada cubierta de mordiscos. Para su artífice, no hay creación más hermosa, ni composición más evocativa; es el lienzo, la exposición, el público y el museo en una misma obra: es su magnum opus. El arte es subjetivo. El BDSM también. Era de esperar que los Toreador fuesen su perfecta intersección.

Tremere

Los magos-vampiros anteriormente conocidos como la Casa Tremere de la Orden de Hermes se han metido en un buen berenjenal. Con a duras penas un milenio de historia como Clan, sus actuales antiguos se pasaron siglos intentando salvar el cuello y no ser reducidos a fino polvo por básicamente el resto de la sociedad vampírica. Esto, que genera una cierta inconveniencia así como a corto, medio y largo plazo, tampoco deja lugar a mucho ocio. «O aprendemos a lanzar de nuevo bolas de fuego ahora que somos vampiros o nos convierten en brochetas» es el típico lema que convierte a un grupo de estudio de la universidad que aún no ha superado la edad del pavo en una estafa piramidal hermética en la que como estornudes fuera de ritual te acaban convirtiendo en churrasco. El BDSM tardó en llegar a los Tremere. No por falta de ganas, fetiche o necesidad de desahogo, sino por puro y simple control absoluto de la vida de sus miembros.

O bueno, eso es lo que creen los antiguos que pasó. Más bien, eso es lo que dicen los antiguos a sus neonatos que pasó, mientras todos cruzan los dedos bajo la túnica de mago y afirman muy seriamente que fueron muy responsables e hicieron los deberes. Y es que, a ver, una de las cosas que necesitaron para su supervivencia fue la aceptación del resto de clanes. Y para eso se necesita mucha socialización, conocer gente, dejarse conocer… y entablar confianza. Confianza mutua. Y una cosa llevó a la otra…

Oficialmente, entablar relaciones tan estrechas como el BDSM con otros vampiros fuera del Clan sólo se considera positivo si se hace para el bien del mismo, especialmente si los Tremere implicados tienen puestos de confianza. Al Clan no le gusta que haya más confianza con un «extranjero» que con sus propios congéneres, y mira muy de cerca que todo esto no ponga en peligro los secretos de los Tremere. Acólitos y Aprendices, pues oye, hacen más publicidad que daño al Clan y forjan relaciones de mutuo interés para el futuro. Ahora bien, Magistrados, Pontífices y demás altos cargos recorren una fina línea entre la confianza a su paranoico y estricto Clan y la confianza hacia las personas con quienes ha establecido una relación BDSM. Algunos consiguen recorrerla sin reveses durante siglos. Otros acaban cayendo a uno de los dos lados de la línea, con todas las consecuencias que eso acarrea.

Puestos en materia, los Tremere estudian a fondo su nueva área de conocimiento fetichista. Leen la teoría, almacenan libros y bibliografía sobre el tema y ponen en práctica en entornos seguros y sobre sí mismos aquello que han aprendido, hasta que se consideran lo bastante preparados como para hacer un experimento «oficial». Un rigger Tremere habrá probado en brazos, piernas y torso los esquemas y tutoriales para diversas formas de cuerdas de bondage, hasta que cree que puede realizar varias de ellas de memoria y puede deshacer sus nudos con facilidad sin tener que recurrir a cortar las cuerdas. Un Tremere interesado en el sadomasoquismo probará sobre su propia carne y en solitario los efectos de diversos tipos de daño y tortura, comprendiendo la intensidad de cada método, dificultad de curación y efecto visual general de las heridas causadas; teniendo en cuenta las capacidades únicas de los vampiros en esta materia, es posible que hasta hiciese pruebas de técnicas más avanzadas antes sobre cadáveres, aprendiendo sobre medicina y anatomía en el proceso.

Donde los Tremere se echan para atrás es a la hora de compartir vitae, sangre, con otros vampiros. Su debilidad de Clan les hace especialmente vulnerables a los vínculos de sangre y la estructura piramidal forjada en vínculos forzados de sangre de la Casa Tremere hace que la consumición de vitae ajena no les haga ninguna gracia. Algunos por el significado místico, otros por simple pavor a ser atados a un círculo más de obediencia, otros porque creen que sería una violación a la lealtad al Clan: incluso en el caso en el que el vínculo sólo pueda realizarse de forma voluntaria por el domitor, pocos Tremere alcanzarán este grado de confianza. El Clan se encargó de romper a nivel fundamental esta pequeña parte de la psique de sus miembros. La mayoría de relaciones BDSM vampíricas tendrán suficiente confianza como para no tener problema con esta limitación, pero cualquiera demasiado insistente con el tema podría encontrarse a un Tremere no ya muy cabreado, sino con sospechas sobre por qué tanta insistencia en arriesgarse a un vínculo de sangre. Y no es bueno poner paranoico a alguien que puede lanzar bolas de fuego.

Tzimisce

No es ninguna insensatez afirmar que los Tzimisce han redefinido los límites de todos los fetiches y prácticas que conforman el BDSM no humano, sino vampírico. Filósofos de la metamorfosis y la trascendencia, una práctica que explora el dolor, el control, la obediencia, la humillación e incluso la modificación corporal para convertirlos en formas de placer y éxtasis no sólo les fascina, sino que los atrae de forma natural. El BDSM es tan común en las relaciones Tzimisce (especialmente entre miembros del Clan) que en muchos casos se considera el paso natural siguiente a cualquier tipo de relación íntima con componente erótico o sexual entre sus miembros. Es en sí un nuevo campo de experimentación, las artes y habilidades clásicas por las que los Tzimisce han sido temidos toda su existencia convertidas en una herramientas de placer, de adoración, de atracción. Convertir la monstruosidad y lo grotesco en aquello que se desea es la señal innegable de que la Metamorfosis es el camino correcto para el Clan, el Sabbat y toda la humanidad.

Los exquisitos modales Tzimisce son casi siempre la puerta de entrada de la curiosidad de cualquier vampiro hacia las habitualmente grotescas prácticas del Clan. Su educación es un terrón de azúcar recorriendo con suavidad la lengua suplicante de los potenciales interesados; su atención al detalle y genuino interés desabotona con ternura la ropa que cubre la desnudez de la curiosidad ajena; su inteligencia y extenso conocimiento de todas las nimiedades de los fetiches que practican humedece las ideas en temblorosa anticipación de aquellos que quieren saber qué hay detrás de dicha teoría y hace desvanecer las dudas hasta convertirlas en dura y cálida confianza hacia el Tzimisce. La fama del respeto hacia las normas de hospitalidad les precede, además, e incluso los neonatos del Clan son rápidamente iniciados en estas costumbre cuando entran en el mundo BDSM, como salvaguarda de que dicha reputación nunca se verá mancillada por algún chiquillo inculto y sin modales con un calentón adolescente. Se respeta a quienes piden hospitalidad en sus refugios, a ultranza, para todos aquellos invitados igualmente respetuosos con sus anfitriones. De hecho, los preceptos son tan similares que a veces es difícil discernir cuándo un Tzimisce habla de una relación BDSM o de las normas de cortesía hacia sus huéspedes.

No es de extrañar que la lengua de plata que atrajo a un nuevo vampiro al redil BDSM del Tzimisce sea también el primer anillo de fetiches a recorrer por los dragones de los Cárpatos. De claras tendencias sádicas, los Tzimisce advierten y preparan a sus compañeros de que sus primeras torturas no vendrán de la mano de la maestría de la carne, sino de la verbal. Y sin duda las palabras que pronuncian son afiladas y precisas como bisturíes, contenidas dentro del marco previamente acordado, pero igualmente poderosas. Los que las han experimentado las describen como ser sumergido en la tierra viva y húmeda hasta el cuello: una experiencia tan aterradora y peligrosa como cálida y reconfortante, en la que un abrazo constante rodea al vampiro a la vez que amenaza con hundirlo hasta no poder respirar, sin jamás llegar ese momento. Los Tzimisce masoquistas o sumisos son igualmente diestros en esta habilidad, guiando a la parte dominante a través de un camino de migas de pan formado por murmullos, gritos, gemidos, provocaciones y jadeos hasta el éxtasis mutuo. Mezclan tanto los placeres que ellos desean experimentar como aquellos que saben que sus compañeros quieren llevar a cabo, de forma que la parte dominante aún se siente en control pese a la sutil guía y pudiendo el Tzimisce dejarse llevar a sabiendas que la parte dominante no se desviará del camino establecido.

El plato principal, empero, allí donde el dragón despliega las alas y libera su abrasador aliento de placer prohibido y impío, es cuando los Tzimisce hacen uso de su capacidad de moldear la carne como si fuera arcilla: la Vicisitud. Para el Clan, esta Disciplina tiene un significado místico, filosófico y espiritual muy potente, y usada en la intimidad y confianza de otro vampiro es un acto de sincera pasión, casi de amor, por parte de los Tzimisce. Es confiar en sus manos a la hora de extraer la belleza y posibilidades ocultas del cuerpo, que tratan con delicadeza y respeto, pero a la vez con lujuria y deseo contenido. Cada modificación, cada cambio, sobre uno mismo o sobre el otro se describe con precisión previo a realizarlo, a sabiendas de que la otra parte puede negarse o pedir una razón para dicho cambio; con los modales que les caracterizan, responden a cualquier duda o pregunta de la otra parte intercalando o bien palabras dulces, o bien morbosidades veladas (dependiendo de lo acordado entre los participantes), hasta que el vampiro da su visto bueno o se niega. Si se niega, el Tzimisce reducirá el alcance del cambio pretendido y cambiará de localización; sugerirá una modificación menor, más sutil o menos dolorosa, al alcance de la vista del otro vampiro, y de nuevo describirá con detalle sus intenciones. Si el ciclo de negaciones se repite un par de veces, el Tzimisce detendrá la sesión e iniciará el aftercare, no queriendo poner a la otra parte en una situación incómoda o de culpabilidad por no querer continuar y no tener el valor de decirlo. No pasa nada. Los Tzimisce entienden bien que el cambio necesita tiempo, paciencia y cuidados. Los Tzimisce son pacientes. Los Tzimisce son comprensivos.Entrada 2-4

En el caso en que el otro vampiro acceda a los cambios propuestos, el proceso de la sesión será el inverso, aunque más gradual: el Tzimisce procurará que la nueva modificación venga acompañada de una dosis de placer con la que la otra parte pueda sentirse cómoda, y la siguiente modificación de la carne será solo ligeramente más invasiva que su predecesora. El Tzimisce, además, intentará mantener un hilo común en estos primeros cambios, sea por simbolismo o por simple semejanza física, para que la parte modificada tengo un marco conocido donde poder situar la metamorfosis que está viviendo. Si con la piel del brazo izquierdo se está formando un sistema de nudos y relieves que recuerdan a unos guantes de rejilla, el mismo patrón se aplicará en el brazo derecho, y seguramente se imitará ropa o lencería de similar estética al modificar la piel y la carne de los muslos. Si se añaden lenguas funcionales adicionales alrededor del cuerpo con las que lamerse a uno mismo o a otros, éstas se añadirían en claras zonas erógenas, como alrededor de los pezones, los genitales o el cuello. Si se incluyen varias modificaciones radicalmente diferentes entre sí, estas se harían de una en una, nunca dejando a medias un proyecto metamórfico para empezar el siguiente, dando así una sensación de uniformidad y orden en el caos sensorial que el vampiro modificado ha de estar sintiendo. En el caso de Tzimisce sumisos con otros Clanes, el proceso es muy similar, pero siendo la otra parte quien «ordena» al Tzimisce a modificarse según sus designios, pero habiendo establecido inicialmente no sólo el tipo de cambios que puede hacer el Tzimisce, sino también a cuáles está dispuesto y a cuáles no.

Ventrue

Los autoproclamados líderes de la Camarilla tienen una curiosa relación con el poder en asuntos de cama. Gobernar entre mortales y vampiros por igual ha sido su derecho legítimo durante siglos, pero allí donde los otros clanes piensan que los Sangre Azul han sido Abrazados con una flor en el culo, los Ventrue saben que han tenido que ganarse ese derecho con sangre, literal y metafórica. Orgullosos de sus propios logros, de incluso haber tenido el honor de haber sido Abrazados en el clan Ventrue, aquellos que se decantan hacia el BDSM no lo hacen bajo la pretensión de extender su dominio sólo por la antonomasia de tenerlo ya sobre el mundo mortal. Todo Ventrue que quiera proclamarse señor de un nuevo dominio ha de demostrar primero que es digno de dicho dominio. Ha de luchar por él. Ha de ganárselo, ha de ser subyugar o ser subyugado, deleitarse en el sabor del tacón, del suelo, de los pies, antes de alcanzar en la cima en la que son los Ventrue los que son debidamente adorados.

No es de extrañar, entonces, que los roles ambivalentes o «rebeldes» sean aquellos que predominan en la depravación Ventrue. Son switches que sólo ceden terreno ante un digno adversario. Son brats que no doblan la rodilla hasta encontrar a una parte dominante que se merece su respeto. No hacen concesiones ni regalos. Incluso en su sumisión, son implacables, metal que ha de llevarse al rojo vivo antes de poder siquiera considerar doblarse en otra forma aparte de la que ellos deseen. Y, curiosamente, no son pocos los vampiros de otros Clanes que aceptan este reto. La bravuconería y petulancia Ventrue es miel para los labios de los vampiros que quieren sentir que sus dotes de dominación y disciplina son más duras que los Sangre Azul. El rencor velado (y no tan velado) hacia la prepotencia del Clan no tarda en sublimarse en oscuro y ardiente deseo por ver a aquellos que ostentan el cetro de rodillas, jadeantes y pidiendo más con ojos desafiantes. Si hay algo que hace que un vampiro BDSMita con tendencias dominantes se muerda los labios de excitación es la fantasía de doblegar a un Ventrue. Los Ventrue lo saben muy bien. Incluso con la bota de látex pisando sus cabezas en el frío mármol, sonríen. El poder siempre ha sido suyo. El poder siempre es suyo.

La problemática, quizás, es que los Ventrue dan mucha importancia al «caché» del escenario e instrumentos con los que se juega. Parte del derecho a ganarse la obediencia de un Ventrue parte de demostrar que sabe estar a la altura de las expectativas, y las expectativas son caras. No les sirve el cuero falso, las cuerdas de ferretería o los látigos de sex-shop de la esquina. Cuero de búfalo hecho por maestros curtidores, látex tratado manualmente y diseñado a medida, cuerda de yute birmano manufacturada en el país de origen y decorada con hebras de oro, plata o seda roja. Sibaritas no alcanza a comprender el conjunto de puñetas que un Ventrue es capaz de desarrollar en lo que a logística y material se refiere, algo que puede desquiciar hasta el amante más cercano e íntimo. Esto no quiere decir que el presupuesto o logística haya de correr enteramente de la mano de los demás participantes: es una lucha de poder, y en una lucha de poder ambas partes dan lo mejor de sí. Los Ventrue procuran ponerse a la altura de aquello que exigen, reconociendo sin reparos cuándo no pueden mirar por encima del hombro a la otra parte, y a sabiendas de que en la siguiente sesión esta humillación será usada como ventaja para amordazar, literal y figurativamente, al Sangre Azul. Pero, de igual manera, un vampiro que no pueda hacerle un pulso logístico al Ventrue se encontrará a menudo lamiendo látex de Sangre Azul o «pagando» la parte que corresponde mediante servicios fetichizados durante las sesiones.

En cuestión de etiqueta BDSM Ventrue, cubrir las necesidades alimenticias del Sangre Azul durante una sesión en la que sea necesario renovar las reservas de hemoglobina se considera de gran educación y respeto (claro está, en el caso que el Ventrue las haya revelado a la otra parte). Por lo general, no es una exigencia que la parte opuesta cubra esta necesidad: los Ventrue saben bien que esta exquisitez de paladar es una debilidad propia de su «familia» y una considerable complicación para alguien que no sepa procurar presas tan específicas. Para ese tipo de sesiones, el Ventrue especificará de antemano que se encargará de cubrir su paladar para que la otra parte sepa que esto no formará parte del habitual juego fetichista de poder. No obstante, de insistir en hacerlo y de hacerlo satisfactoriamente, el Ventrue le concede voluntariamente una deferencia poco común en su habitual carácter desafiante y combativo, casi una verdadera sumisión pese a la mirada llena de orgullo y dignidad del Ventrue arrodillado. Esto ocurre pocas veces, aún así, e intentar repetir la misma maniobra varias sesiones seguidas sin algún tipo de juego o hilo conductor que lo justifique acabará cansando al Ventrue, llegando a considerarlo todo lo contrario, un acto de mala educación en su habitual juego de poder. Encontrar una fuente fácil de suministro, al fin y al cabo, no demuestra ningún tipo de esfuerzo ni mérito continuado, a ojos de un Sangre Azul.


Podéis encontrar la primera entrega de la Guía de BDSM para Vampiros en este enlace.

Cabecera e ilustraciones por Clara Dies. Podéis encontrarla (y contratar sus servicios como artista) en su Twitter, @diesclara, y su Instagram, @neminkaholic

2 respuestas a “[Vampiro: la Mascarada] Guía de BDSM para Vampiros (II): Sectas y Clanes

  1. ¡Hola! Dije el otro día que quería comentar cosas sobre la entrada pero no tengo claro por dónde hacerlo. Así que, a falta de caracteres en twitter y tal, pues supongo que aquí estará bien.

    Lo primero, aunque ya sé que elogié tu trabajo y el de la ilustradora, quería repetir lo mucho que me ha gustado. Has aunado de un modo muy interesante tres cosas que me apasionan (incluyo como tercera el humor) y, por no repetirme por enésima vez con los elogios, mejor voy al grano.

    ¿Habrá más entradas? Estoy segura de que el bdsm aplicado a los juegos de rol no es el tema más googleado, pero precisamente por eso a mí esta guía me ha parecido un filón de oro.

    ¿Tienes pensado redactar algún relato con temática vampiro+bdsm? Sé que técnicamente sería un «fanfic» y que a todo el mundo le parece que escribir esas cosas es como de segunda fila, pero yo pienso que eso da igual si está bien escrito… y, oye, tras echarle un ojo a tu otro blog y habiendo leído lo que comentabas sobre los Ventrue (que me ha parecido especialmente glorioso dentro de que el resto de interpretaciones que le dabas a los clanes han sido igualmente trabajos creativos y originales), sé que tendría muchísima calidad.

    ¿Qué más…?
    Me agrada muchísimo tu insistencia en separar lo que es agresión/abuso (o parafilias) y lo que es de verdad el bdsm. Nunca se insistirá lo suficiente en este punto… y me enerva ver en las redes sociales lo desinformada que está la gente al respecto. Aish… El caso: nunca me había planteado que la cosa estuviese tan desequilibrada entre vampiros y humanos… pero ¿seguro que es imposible establecer una relación bdsm mixta? Quiero decir… pongamos esta situación: un vampiro sumiso que busca su humillación en saberse dominado por un humano, un ser inferior en todos los sentidos. Dicho mortal no tendría ni que ser un ghoul, podría ser un futuro miembro del clan assamita o quizá de los tremere y estar siendo instruido; no hay coacción, sabe con qué fuerzas está jugando y tiene ante sí la deliciosa posibilidad de ir mucho más lejos de lo que jamás ha ido con ningún compañero de juegos humano. No digo que no tuviese más peligro que un mono con dos pistolas, pero… ¿tú qué opinas? (plantear cuestiones así es mi versión de «¿quién ganaría en una carrera, Flash o Superman?»).

    Y de lo mixto paso al tema crossover. No termino yo de ver a los wraith ni a las momias en esto de intercambiar placer erótico con vampiros, pero ¿demonios, magos? Quizá la mezcla con cazadores sería demasiado bizarra, aunque… no sé… cuantas más vueltas le doy al tema, más imagino a un cazador desesperado por encontrar a alguien capaz de hacerle sentir emociones fuertes (quizá incluso habiendo conocido al vampiro cuando todavía era humano).
    Supongo que el hecho de que en todos los manuales venga el punto de vista de unos clanes respecto al resto y de unas razas a otras no ayuda a que mi curiosidad se sacie, y como me ha gustado tanto tu forma de plantear el tema… Aquí estoy, desvariando.

    Por último (ya dejo de dar la brasa), ¿habrá más entradas sobre clanes? Me faltan los antitribu, las líneas de sangre más famosas, un viaje al pasado con los capadocio (aparte de los kiasyd y demás).

    En definitiva, tu blog y tus ideas son droga.

    ¡Un saludo! ^^

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    1. ¡Hola! Muchas gracias por ser el primer comentario en la web, que esto empezaba a ser solitario 😀 Este es el sitio adecuado para comentar cosas sobre la entrada.

      Lo primero de todo, ¡me alegra que te haya gustado! Tanto la ilustradora como yo le estamos poniendo mucho esfuerzo y reconozco que el que nos tiren flores nos sube la moral (?)

      Sí, va a haber más entradas. Hay pensado un mínimo de cinco partes en la Guía, siendo precisamente la siguiente sobre líneas de sangre, linajes menores y otras conspiraciones vampíricas, y estarán también los antitribu, aunque por cantidad e importancia en la metatrama el espacio dedicado a cada una será menor que en los Clanes. Siento decirte, por eso, que no habrá repaso de linajes y Clanes ya extintos, así que no tendrás a los Capadocio (aunque sí a sus supervivientes, los Samedi y los Heraldos de las Calaveras).

      Los fanfic son mierda de la buena, abofetea con atún a cualquiera que diga que son textos de segunda. La obra escrita más larga de la historia de la humanidad es, de hecho, un fanfic de Sonic (que aún no ha terminado). De momento, no obstante, no tengo pensado escribir erótica ambientada en Vampiro: la Mascarada. Tengo aún MUCHO por escribir xD

      El problema de las relaciones entre humano y vampiro es que, mientras que el BDSM no deja de ser un simple juego de roles fingidos, la diferencia de poder entre humano y vampiro es real y abismal. Aunque sea sin coacción, el vampiro siempre tendrá la voz cantante, sea por puro poderío sobrenatural o por edad en bruto; y no digamos ya a la hora de controlar algo que pueda salir mal en una sesión BDSM: un humano no tiene los medios ni para regenerarse ni para detener a un vampiro en frenesí, por ejemplo. Lo mires como lo mires, hay muchos «peros» para ser posible, para que no rechine. Además de que, bueno, desde el punto de vista del vampiro, te estás acostando con tu comida (?). Puede llegar a existir confianza entre humano y vampiro, pero no la igualdad de condiciones. Y necesitas ambas para una relación BDSM de verdad -lo contrario es una relación tóxica y de abuso potencial.

      El tema crossover tiene el problema de que me complica mucho la vida xD Demasiadas opciones, demasiadas permutaciones, demasiadas filosofías divergentes y convergentes que pueden generar extraños compañeros de cama, nunca mejor dicho. Como mucho me puedo plantear en un futuro (lejano) hacer una guía similar para otras líneas que controle (Hombre Lobo y Mago), pero aún así, el BDSM siempre resonará más con los vampiros que con cualquier otro monstruo. Los Changelings, quizás, por el rollo que tienen las hadas auténticas del folclore chungo de tratos, pactos, bodas y secuestros, pero dudo mucho que se acerquen a un vampiro si no es con un lanzallamas, por todo el tema de que son criaturas de Banalidad pura.

      ¡Muchas gracias de nuevo por tus comentarios! Seguiré proporcionando más chutes en semanas posteriores, no te preocupes (?)

      ¡Un saludo! ^^

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